No hay plazo que no llegue, ni deuda que no se pague.
Enseña a la vez dos cosas: una, que tarde o temprano, a toda promesa le llega el momento de ser cumplida, y otra, que se engañan aquellos que, creyéndose invulnerables, persisten en prodigar sus fechorías.
Diccionario de refranes, dichos y proverbios