Diccionario de la Literatura Cubana

COSTUMBRISMO

El término costumbrismo designa aquella forma de la literatura realista, característica de la burguesía en ascenso, que se preocupa por retratar y describir los tipos representativos de esa misma clase y sociedad. En todas lo etapas y géneros de la literatura se han dado eventuales descripciones de costumbres, de modos de existencia colectiva y de personajes representativos de las diversas clases sociales. Entre nosotros el Espejo de paciencia (1608) es un excelente resumen de costumbres criollas. Pero el costumbrismo, como género, como forma peculiar de expresión literaria con caracteres propios, no aparecerá sino con el auge de la burguesía. Así ocurrió en la Europa realista de Balzac y de Charles Dickens, con la proliferación de colecciones de artículos titulados Los franceses pintados por sí mismos, Los españoles pintados por sí mismos, etcétera. Lo que ocurre es que, en el proceso de la literatura romántica, el movimiento realista, que le es coetáneo, significa la vista puesta en los tipos característicos de la sociedad burguesa. Esto se hace con un doble objeto: por una parte, es la satisfacción de pintarse a sí mismos los miembros de esta sociedad y de la clase hegemónica, la burguesía, y por otra, el propósito de corregir ciertos errores sociales, determinadas costumbres, en beneficio de la propia clase burguesa. Cuando en Cuba alcanza madurez la clase burguesa de terratenientes cubanos, a fines del siglo XVIII, adquiere también conciencia de sus tipos y de sus costumbres sociales y comienzan sus escritores a descubrirlos y describirlas en los primeros periódicos del país. En el Papel Periódico, la figura más importante de costumbristas será Manuel de Zequeira y Arango, que hizo, en prosa y verso, felices pinturas de tipos y costumbres en artículos firmados con su nombre o con transparentes anagramas como Armenau Queizel, Ezequiel Armuna, Izmael Raquenue, Enrique Agulema, etcétera.

Una de las primeras colecciones de artículos de costumbres que poseemos es la publicada en 1840, con el nombre de Escenas cotidianas, de Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño. Después del libro de Gaspar Betancourt Cisneros, tenemos la colección de artículos satíricos y de costumbres, del año 1847, publicada por José María de Cárdenas y Rodríguez, que se firmaba con el seudónimo de Jeremías de Docaranza. Estos artículos ya están mucho más influidos por Balzac.

Pero los costumbristas van poniendo poco a poco el dedo en la llaga sobre ciertas cuestiones fundamentales, sobre todo cuando ponen su vista en la raíz de la economía cubana: la caña de azúcar, los ingenios y los esclavos. Anselmo Suárez y Romero, no sólo en su novela Francisco, sino en sus artículos de costumbres, hace una aguda descripción de la vida en el campo y especialmente en los ingenios. Algunos escritores hacen estas descripciones con pretensiones científicas, como es el caso de don Antonio Bachiller y Morales. Bachiller es un erudito que ha estudiado a Cuba primitiva, ha estudiado también la presencia del negro en Cuba y no deja de tener siempre una actitud científica, erudita, en sus artículos de costumbres. No es propiamente un costumbrista como Jeremías de Docaranza, como El Lugareño, como Suárez y Romero, como Francisco de Paula Gelabert, como Juan Francisco Valerio, que son gentes que gozan con la pintura de las costumbres y de los tipos locales. Aparece ya el erudito, el científico, el hombre que trata de encontrar, detrás de la apariencia, la esencia de las cosas. Hay un grupo de hombres de este tipo que colaboraron en periódicos con algunas cosas de tipo costumbrista, pero que, en realidad, son más bien científicos preocupados por lo que hay detrás del tipo pintoresco. Uno de ellos es nada menos que Felipe Poey, la figura mas alta de la ciencia cubana en la segunda mitad del siglo XIX.

Los autores propiamente costumbristas son José Victoriano Betancourt, Anselmo Suárez y Romero, Francisco de Paula Gelabert, Juan Francisco Valerio, Luis Victoriano Betancourt, etcétera. Julián del Casal, en pleno Modernismo, escribió una serie de artículos que no son Propiamente artículos de costumbres, ya que constituyen una sátira social más aguda y directa, personal inclusive, antes que una pintura genérica, de tipos.

Sobre todos los costumbristas publicó Emilio Roig de Leuchsenring una serie de estudios, recogidos en cuatro tomitos de la Colección Histórica Cubana y Americana(1962), que son excelentes para conocer todo el proceso del costumbrismo en Cuba. Roig fue siempre un devoto del costumbrismo, y él mismo contribuyó a la literatura de costumbres. Su primer libro es una colección de artículos de costumbres publicado en San José de Costa Rica, con prólogo de José María Chacón y Calvo, titulado El Caballero que ha perdido su señora (1923). Roig usó diversos seudónimos: El Curioso Parlanchín, Uno que lo sabe, Enrique Alejandro de Hermann y varios otros en las revistas Carteles y Social, en la que publicó sus artículos de costumbres. En los cuatro volúmenes ya mencionados, publicados por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, se encuentra la nómina completa del costumbrismo, incluyendo los libros, los periódicos, las antologías y los principales costumbristas de Cuba.

El primer álbum de costumbristas, titulado Los cubanos pintados por sí mismos. Colección de tipos cubanos (La Habana, Imp. y Papelería de Barcina, 1852), es una colección de artículos de diversos autores (Zequeira, Cárdenas y Rodríguez, José V. Betancourt, etcétera), recogidos y prologados por un editor español. Pero lo interesante es que este español -Blas San Millán-, realizó su colección de artículos partiendo del concepto correcto de la estrecha relación entre el costumbrismo y la conciencia de la nacionalidad.

«Las naciones -dice San Millán en la Introducción de su libro- son como los individuos; el menor sarcasmo extrangero [sic] hiere agudamente nuestra nacionalidad, y no perdonamos a los que no nacieron en nuestro suelo, que con verdad o sin ella nos zahieran, ni aun siquiera que nos aconsejen.» Y añade más adelante: «Los cubanos han querido también pintarse a sí mismos y sin duda por los mismos motivos que han impulsado a franceses y españoles y que hemos tocado más arriba, tanto en bien como en mal, manifestar lo que valen: su intento no es formar caricaturas, sino retratos de tipos dados y esactos [sic], no individualidades, sino fenómenos generales de la población y de sus costumbres en cada clase; esto les hará tropezar algunas veces con las ridiculeces; ¿y en dónde no abundan? Pero delineados los usos, los rasgos característicos, las profesiones, todas las maneras de vivir a que nos sugetan [sic] las condiciones precisas de cuanto nos rodea, con mano ligera, y con esa candidez franca a quien no ruboriza ni el elogio ni el vituperio propios cuando son verdaderos, se tendrá un cuadro agradable, un espejo sincero en que nos miremos y por el que podremos rehacer algún rizo que se desbarate el peinado, o estirar alguna arruga de la corbata.»

Naturalmente que Blas San Millán no era un separatista cubano ni mucho menos, pero se daba cuenta de que los cubanos querían, como los franceses, como los españoles, etcétera, pintarse a sí mismos para mostrar su diferencia del resto de la humanidad, y acepta que esto sea así, y da una explicación correcta del costumbrismo y de su significación nacionalista. Este álbum primero está ilustrado con grabados de José Robles sobre dibujos de Víctor Patricio de Landaluze.

El segundo álbum, titulado Tipos y costumbres de la Isla de Cuba, editado en La Habana por Miguel de Villa, en 1881, ilustrado también por Landaluze, tiene un prólogo de don Antonio Bachiller y Morales en el cual subraya con gran justeza la significación del costumbrismo, y cómo va evolucionando desde los días del Papel Periódico hasta los momentos en que se edita este álbum. Bachiller señala la influencia del costumbrismo español y muestra cómo los costumbristas cubanos imitaron más a Mesonero Romanos que a Larra. La razón es obvia: Larra es un escritor esencialmente político y comprometido; Mesonero Romanos, por el contrario, es un amable contador de cuentos de la clase media española, muy simpático, exquisito escritor, pero no plantea problemas, no es un crítico mordaz de la situación existente, como lo fuera Larra. De aquí que los escritores cubanos, que eran los exponentes de la manera de ver la realidad de la clase dominante burguesa, prefieran imitar al amable Mesonero Romanos y no al atrevido Fígaro. Sin embargo, a veces la sombra de Larra pasa por más de un escritor de estos años, en los que también está presente la actitud del erudito, del historiador, del investigador, como en Enrique Fernández Carrillo y en el propio Bachiller y Morales.

Es muy comprensible que este gran álbum, que fue el «canto del cisne» del costumbrismo, fuera, al mismo tiempo, un primer intento de acercarse a lo pintoresco, a lo típico, con un sentido científico, con sentido de folclore. Se pudiera decir que en este álbum están las bases de los estudios folclóricos posteriores en Cuba. Porque aquí -lo que no ocurría en el álbum del 1852- ya se pretende dar razones científicas de cosas que antes pasaban inadvertidas. Es el momento positivista, científico, sociológico, folclorista de nuestra evolución cultural. Es al mismo tiempo, un momento en el cual se va a ir integrando cada vez más la conciencia de una pequeña burguesía de profesionales y, sobre todo, una clase nueva de artesanos, de trabajadores, una clase proletaria que comienza lentamente a tener conciencia de sí, que comienza a ser una clase en sí y se apresta a reclamar, la hegemonía en el movimiento histórico.

Sin embargo, esta hegemonía no va a lograrse entonces. Tendrá que transcurrir mucho tiempo para que esta clase en sí se convierta en una clase para sí y pueda culminar en una revolución triunfante. Pero es indudable que todos estos hombres que integraron el movimiento costumbrista, que lo hicieron desde el ángulo literario, y también desde el punto de vista plástico, son factores importantísimos en la formación de la conciencia cubana.

El costumbrismo durante el período republicano -de Emilio Roig de Leuchsenring a Eladio Secades- es apenas un eco del gran movimiento que se iniciara en el siglo XVIII y culminara en el XIX. Expresa ahora la decadencia de la clase que lo engendrara, la burguesía, y va perdiendo, por ello, profundidad y amplitud, hasta su total extinción en los momentos presentes.

BIBLIOGRAFÍA Bueno, Salvador. Policromía y sabor de costumbristas cubanos. Santiago de Cuba, Universidad de Oriente. Depto. de Extensión y Relaciones Culturales, 1953.|Portuondo, José A. «Landaluze y el costumbrismo en Cuba», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. La Habana, 3ª época, 63, 14 (1): 51-83, ene.-abr., 1972.| Roig de Leuchsenring, Emilio. La literatura costumbrista cubana de los siglos XVIII y XIX. La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 4 v. (Colección histórica cubana y americana, 23-26).

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  1. costumbrismo — s m Tendencia literaria caracterizada por el énfasis puesto por los autores que la siguen en describir y reflejar las costumbres de su época y del lugar en que viven; en México, muchos escritores del siglo XIX siguieron esa tendencia, como Ángel de Campo y Guillermo Prieto.  Diccionario del español usual en México
  2. costumbrismo — m. En las obras artísticas, estilo que se caracteriza por la especial atención que presta a la descripción detallada de las costumbres típicas de un país o región: esa película española es de un costumbrismo un poco manido.  Diccionario de la lengua española