A los galgos del rey no se les escapa liebre.

Porque, al igual que a Fernando VII le ponían las carambolas -dice irónicamente-, así también las piezas de caza. No es extraño, pues, que una vez el emperador Francisco José, contemplando una pieza recién cobrada, llegase a exclamar: «¡Juraría que a esta liebre ya la he cazado tres veces!».

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