A tu mesa ni a la ajena, nunca con la vejilla llena.

Debe uno sentarse, elide. Porque fisiológicamente es malo retener la orina, y a lo peor se acaba como Tycho Brahe, el astrónomo, quien, por no atreverse a comunicar tal necesidad a su egregio anfitrión, el emperador Rodolfo II, reventó de ganas.

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