Al buen callar llaman Sancho.

Alaba la discreción en el hablar, tenida siempre por óptima virtud. Bien lo sabía Sancho II de Castilla, el cual -de ahí el origen del refrán- supo ejercitarla con provecho cuando su padre, Fernando el Magno, legó la ciudad de Zamora a su hija, doña Urraca.

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