En paz estamos; si nos debimos, ya nos pagamos.

Es reflexión usual del vengador, una vez satisfecho el agravio. Manuel de Palacio, como era poeta, cuando el titular del ministerio donde trabajaba, un renombrado Grande de España, le dejó cesante, se desahogó en verso de esta manera: «Se cree Grande y es chico; / fue ministro porque sí, / y en cuatro meses y pico / perdió Cuba, Puerto Rico, / las Filipinas... y a mí.».

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