Lunarito de quita y pon; hoy en los labios y mañana en el mentón.

«No era indiferente el sitio del rostro en que tales lunares se fijaban -dice el cronista-. Y según el sitio, tenían sus nombres. En la frente, mayestático; en la nariz, impertinente; en los ojos, apasionado; sobre los labios, besucón; en la mejilla, galante; junto a los ojos, ladrón...».

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