Muerto estará, y aun lo del entierro regateará.

Se dice de los roñosos, capaces de regatear una peseta en el mismísimo umbral de la muerte. Como el tacaño del cuento, que oyendo, en la agonía, evaluar a los hijos los gastos del inminente sepelio, exclamó enrabietado: «¡Basta! Me voy andando.».

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