Piensa el ladrón que todos son de su condición.

Y al amparo de esa creencia no sólo hallan justificadas sus rapacidades, sino que menosprecian, por débiles, a quienes se mantienen en línea de honradez. En la práctica, el refrán se aplica para motejar a los que, con mezquina ligereza, hacen solidarios a los demás de todos sus vicios y flaquezas.

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