Por demás es el ruego a quien no puede haber misericordia ni mover a duelo.

Tan duro puede llegar a ser el corazón del hombre implacable. Así el general Narváez, cinco veces jefe de Gobierno con Isabel II, tan inclemente con sus adversarios políticos que cuando, ya en el lecho de muerte, el confesor vino a rogarle que perdonase a sus enemigos, respondió: «No puedo, padre; los he fusilado a todos.».

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