Un testigo que vio, vale por dos; y si vio y oyó, por ciento dos.

Dice que cuanto más completo sea el testimonio de una persona, más valor tiene en la causa a que se aplica. Así sucedió con Ibico, el poeta ateniense, quien cuando expiraba en medio del campo, a manos de sus asesinos, tomó por testigos del crimen a unas grullas que pasaban volando. Algún tiempo después uno de los asesinos acertó a ver pasar otro bando de grullas y exclamó, sobrecogido: «¡Mirad! ¡Los testigos de Ibico!» Y al delatarse así públicamente, vinieron todos a caer en manos de la justicia.

Recurso: Diccionario de refranes, dichos y proverbios on Buho.Guru