Vino de una oreja, prendado me deja; vino de dos, maldígalo Dios.

Alude a la estimación de cada vino que, según Rodríguez Marín, viene indicada por los distintos movimientos de cabeza que hace, al catarlo, el consumidor: si uno, de aprobación; si varios repetidos, de desagrado. Aunque, al final, como dice otro refrán: Aunque no sea de Jerez, en siendo vino, bueno es.

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