Viva la gallina, y viva con su pepita.

Recuerda que es preferible soportar un mal incierto que exponerse, por remediarlo, a padecer otro peor. Dice el cuento que dos amigos hallábanse aquejados de idéntico tumor en el cuello y como uno, por extirpárselo, falleciese, exclamó el otro con toda viveza: «¡Ay, doctor, doctor! Viva la gallina, y viva con su pepita.».

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