NEOCLASICISMO

En España, el espíritu del siglo XVIII se inicia en un ambiente dominado todavía por la prolongada decadencia del Siglo de Oro. Sus verdaderas características comenzarán a definirse hacia su tercera década. Tal vez pueda tomarse el año de 1726, cuando Benito Jerónimo Feijóo publica el primer tomo del Teatro crítico, como la fecha que señala el surgimiento de una nueva mentalidad, fenómeno este último que no es ajeno a los cambios políticos operados en la península. En 1700, tras la muerte de Carlos II, ocupa el trono español la dinastía de los Borbones. Como es de suponer, la influencia francesa se hizo sentir en no pocos estratos de la vida española e incitó a gran parte de sus intelectuales a arremeter contra los métodos escolásticos y anticientíficos predominantes en aquel momento. Sin embargo, en el terreno puramente literario, el siglo XVIII es un período creativamente pobre, baldío, donde se cuentan escasas figuras de relieve. De ahí que se haya dicho con razón que su poeta más importante fue un pintor: Goya. El neoclasicismo literario -y esto puede advertirse en las doctrinas de la poética de Ignacio Luzán, impresa en 1737- defiende y propone como ideales la corrección y el buen gusto. La creación casi nunca va más allá de estos postulados, y así vemos que los escritores más notables de aquel momento (Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos, Nicasio Álvarez de Cienfuegos, Félix Samaniego, Tomás Iriarte, Ramón de la Cruz, Leandro Fernández de Moratín y los novelistas Diego de Torres Villarroel y José Francisco Isla) no alcanzan jerarquía universal.

Muchos de los nombres citados constituyen las principales influencias en la literatura cubana a partir de Manuel de Zequeira, Manuel Justo Rubalcava y Manuel María Pérez y Ramírez. Estos tres autores nacen y mueren dentro de un período que va de 1764 -año del nacimiento del primero- a 1853, deceso del último. Su quehacer literario se desenvuelve en un momento que, de acuerdo con las circunstancias, podemos considerar propicio para el desarrollo económico, cultural y político de la isla. Florecimiento relativo que coincide con el gobierno de don Luis de las Casas, durante el cual se le presta atención oficial al desarrollo de la imprenta, se funda el Papel Periódico y, más tarde, se crea la Sociedad Económica de Amigos del País, para sólo destacar acontecimientos de índole cultural. Humboldt visita a La Habana por aquellos días (1801), y brillan y sobresalen Francisco de Arango y Parreño, Tomás Romay y los iluministas José Agustín Caballero -el primero entre nosotros en abandonar los métodos escolásticos- y Félix Varela.

En Cuba, toda la creación literaria anterior a los tres Manueles tiene un valor histórico relativo y muy escaso valor en el orden artístico. Difuso es el período que cubre algo más de la primera mitad del siglo XVIII, en el cual figuran -entre otros- los versificadores Juan Miguel Castro Palomino, José Rodríguez Ucres (El Capacho), Félix Veranés, José Surí y Águila, Mariano José de Alva y Monteagudo, Lorenzo Martínez de Avileira y José del Socorro Rodríguez; el dramaturgo Santiago Pita, autor de nuestra primera obra teatral, titulada El príncipe jardinero y Fingido Cloridano; los historiadores Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, José Martín Félix de Arrate, Ignacio José de Urrutia y Montoya, Antonio José Valdés y José María Callejas; educadores y oradores sagrados como Francisco Ignacio Cigala, José González Fonseca, Rafael del Castillo y Sucre y Juan Bautista Barea, entre otros.

No será, pues, sino a partir de Zequeira y Rubalcava que la influencia de los neoclásicos españoles se discierna de manera incuestionable en la literatura cubana. La línea de continuidad mantenida por nuestra poesía, cosa que no ocurre de igual modo con otros géneros, nos obliga a centramos en ella al pretender dar una visión totalizadora y sintética del neoclasicismo en Cuba. La presencia de Nicolás Fernández de Moratín en algunas páginas de Zequeira es tan indiscutible como la de Juan Meléndez Valdés en algunos de nuestros primeros románticos. Así, pues, el neoclasicismo irrumpe en Cuba hacia los postrimerías del siglo XVIII y se presenta matizado por elementos temáticos y de factura que responden a un «acento cubano». Ejemplos de esto último son la «Oda a la piña», de Zequeira, y la «Silva cubana», atribuida a Manuel Justo Rubalcava. Los anteriores poemas son el resultado de una vinculación real a la naturaleza insular, aunque en su tratamiento prefieren dichos autores las asociaciones mitológicas propias del neoclasicismo. Por lo demás, hay zonas en la producción de éstos -sin duda las más extensas de sus obras- donde se advierte una factura y un acento que se identifican con los modelos españoles. Podrían servir de ejemplos la «Égloga de Albano y Galatea» o la «Batalla naval de Cortés en laguna», de Zequeira y la «Égloga» (Riselo, Cloris [y el] poeta) o el hermoso soneto «A Nise bordando un ramillete», de Rubalcava. Todos esos poemas -por su temática y tratamiento- son de un neoclasicismo inconfundible. Quiere esto decir que dichos textos podían ser firmados por un poeta español del momento sin que se apreciaran en ellos rasgos reveladores de otra procedencia. La impronta neoclásica, como es natural que ocurra, se extiende en Cuba hasta años algo avanzados del siglo XIX. Un nombre representativo de ese momento es el de Ignacio Valdés Machuca (Desval), autor del primer libro de poesía impreso en Cuba: Ocios poéticos, publicado en 1819. Más tarde editó Cantatas (1829), que, según el erudito Bachiller y Morales, son versiones bastante personales basadas en textos de Juan Jacobo Rousseau. Meses después, en el citado año, vio la luz su cuaderno poético titulado Tres días en Santiago, colección de versos escritos durante una temporada que pasó en el campo. Sus composiciones «La muerte de Adonis» y «Los baños de Mariano» son representativas de su modo de hacer poético. En éstas se unen los mitos y leyendas más caros a los neoclásicos con una incipiente preocupación por lo cubano. Esta manera poética se hace extensiva a otros creadores de aquel momento.

Así vemos que un poeta tan decididamente romántico como José María Heredia, para sólo citar un ejemplo señero, presenta no pocos rasgos neoclásicos, aunque no es esta la tónica dominante en su obra. Juan Meléndez Valdés influye con mayor o menor intensidad tanto en Valdés Machuca como en Heredia, pero el temperamento apasionado y patriótico del segundo le sitúa claramente dentro del romanticismo. El neoclasicismo es una época de seudónimos, anagramas y églogas, en la que el artificio se sobrepone a la espontaneidad y al contacto real con la naturaleza y la vida. Como puede advertirse, en Cuba el neoclasicismo no se corresponde exactamente -y no podía ser de otra manera- con el español. Cuando el neoclasicismo se hallaba prácticamente liquidado en España y el romanticismo se insinuaba claramente, todavía sus cánones regían la producción literaria de Cuba, en las primeras décadas del siglo XIX. Si para los españoles el neoclasicismo representa un período literario bastante pobre, entre nosotros constituye la influencia bajo la cual da sus primeras señales verdaderas la literatura cubana.

Ninfas (Santa Clara, 1929-?). Revista infantil. Comenzó a salir, quincenalmente, a partir del 15 de enero. Fue fundada y dirigida por María Dámasa Jova. La redactaron Olga Rodríguez, Ofelia Águila, Georgina Duquesne, Adelaida Jiménez Rojo y Hugo Martínez. Tenía, entre sus objetivos principales, los de «ampliar la cultura del niño estimulando sus disposiciones literarias y proporcionarles material didáctico, tales como textos, estuches de dibujo y pintura, etcétera, para saciar la sublime hambre de saber». Durante su trayectoria presentó variaciones en su subtítulo. Los colaboradores, según aclara la propia revista, eran «los alumnos de las Escuelas Cubanas», aunque posteriormente se aclara que entre sus colaboradores también se encontraban los de las escuelas extranjeras. Todos ellos publicaron en Ninfas muchas de sus poesías, narraciones, crónicas y cuentos. Tuvo otras secciones dedicadas a materias o cursos específicos. Además, publicó noticias sobre la educación cubana, especialmente la villaclareña, así como consejos útiles a los niños, crucigramas, juegos y concursos de dibujo. Otras figuras del magisterio de la provincia colaboraron en sus páginas, entre ellas Julia Alea, Rafael Méndez, Nena Pérez San Gil, Felicia Abreu, Ángel C. Estapé, Olguita Amey, Graciela Rey, Lina Rosa Echegaray y otros. El último número encontrado corresponde al 15 de enero de 1938.

Niñez, La (La Habana, 1879-?). Periódico de instrucción y recreo. Comenzó a salir el 8 de mayo, bajo la dirección de Fernando Urzáis. Publicaba poesías, cuentos cubanos y extranjeros, consejos y pensamientos para los niños. Además, aparecieron en sus páginas artículos sobre educación e historia. La propia publicación señala entre sus colaboradores a José Martí (no detectado entre los números vistos), Antonio Bachiller y Morales, Luisa Pérez de Zambrana, Martina Pierra de Poo, Rosa Krüger, Aurelia Castillo de González, Vidal Morales y Morales, Francisco Calcagno, Domitila García de Coronado, Diego V[icente] Tejera, Luis V[ictoriano] Betancourt, Ramón Ignacio Arnao, Eusebio Valdés Domínguez, Rafael María de Mendive, Antonio Sellén, Luis Alejandro Baralt, Domingo Figarola y Caneda, quien firmaba con el seudónimo Evangelina, y otros. También colaboraron, además de su director, F. Ruiz de Cárdenas, Esteban Borrero Echeverría, Mercedes V[aldés] Mendoza, Clara Luz del Valle y otros. El último ejemplar encontrado (número 16) corresponde al lº de septiembre de 1879.

No me Olvides (La Habana, [1854 — Id.]). Revista. Estaba dedicada a las damas. Carlos M. Trelles señala, en la octava parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» -en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 3 (17-18): 196, sep.-dic., 1939)-, que comenzó a publicarse el 26 de septiembre de 1854 y que era dirigida por Tristán [de Jesús] Medina, quien firma la introducción al primer número, fechado el 11 de septiembre de 1854. Publicó poesías, cartas, relatos, artículos y parte de una novela. Casi todo el material de la revista está firmado por Tristán [de Jesús] Medina, quien además tuvo a su cargo la sección de «Educación». También aparecieron las firmas de José Fornaris, Fernando V[aldés] Aguirre y Felicia (Virginia Felicia Auber de Noya). Se ha revisado hasta la cuarta entrega, todas sin fecha. Las poesías publicadas por la revista en su última entrega aparecen con fecha 11 de noviembre de 1854. Carlos M. Trelles da ésta como la del cese de la publicación.

Recurso: Diccionario de la Literatura Cubana on Buho.Guru

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  1. neoclasicismo — m Última fase del clasicismo europeo que se desarrolla a finales del siglo XVIII y principios del XIX caracterizado por su monumentalidad y uso estricto de los órdenes. Diccionario de arquitectura
  2. neoclasicismo — Corriente literaria del siglo XVIII, restauradora del gusto clásico. Diccionario literario
  3. neoclasicismo — m. Corriente literaria y artística dominante en Europa durante el s. xviii, que aspiraba a restaurar el gusto y las normas del clasicismo. Diccionario de la lengua española