PERIODISMO

La introducción de la prensa periódica en Cuba se atribuye el Conde de Ricla, bajo cuyo gobierno comenzó a editarse -según refiere el historiador español Jacobo de la Pezuela en el tomo tercero de su Historia de la isla de Cuba (Madrid, Imp. de Bailly-Baillière, 1878) y en el también tercer tomo de su Diccionario geográfico, estadístico, histórico, de la isla de Cuba (Madrid, Imp. del Establecimiento de Mellado, 1863)- una Gazeta hada mayo de 1764. Expresa Pezuela, único investigador que asegura haber visto algún ejemplar de esta publicación, que la misma salía los lunes, que se editaba en la imprenta de Blas de los Olivos, llamada entonces de la Capitanía General, y que publicaba noticias políticas y comerciales, así como disposiciones de gobierno y anuncios sobre las entradas y salidas de los buques que fondeaban en el puerto de La Habana. También afirma Pezuela que su publicación debió cesar a los dos años, pues en los documentos de los dos gobiernos posteriores al de Ricla no se encuentran rastros de la misma. De la existencia de otra publicación periódica en este mismo año da noticias el propio Pezuela, aunque dice que no ha visto ningún ejemplar de la misma. Se trata de El Pensador con un contenido similar al de la anterior, que salía los miércoles y era redactada por los abogados Santa Cruz y Urrutia, a quienes José Augusto Escoto identifica -en su trabajo «El Pensador (1764) primer periódico habido en Cuba», incluido en la obra de Rafael Soto Paz, Antología de periodistas cubanos. 35 biografías, 35 artículos (La Habana, Empresa Editora de Publicaciones, 1943, p. 211-218)- como Gabriel Beltrán de Santa Cruz e Ignacio José de Urrutia y Montoya.

Hecha la referencia a las dos primeras publicaciones periódicas -que, enmarcadas en los años inmediatamente posteriores a dominación inglesa en La Habana, tenían contenido y objetivos eminentemente mercantiles, condicionados por la vida económica de la colonia y menos por completo a las inquietudes culturales de la Isla, inquietudes aún imprecisas-, podemos continuar estas notas sobre el periodismo cubano haciendo mención de la Gaceta de la Havana (1782-1783), de cuyo primer número tenemos noticias a través del tomo 7 del Archivo del General Miranda (Caracas, Editorial Sur-América, 1930). En las páginas 188-190 de dicho tomo, Francisco Miranda no sólo comenta el contenido de este primer número de la Gazeta de la Havana -que vio la luz el 8 de noviembre del año citado-, sino que se extiende en consideraciones críticas sobre el mismo y sobre el ordenamiento un tanto caprichoso y poco lógico de las noticias aportadas.

No será hasta 1790 que se abran nuevos rumbos para el periodismo cubano. En efecto, el 24 de octubre de dicho año, a instancias del Gobernador General de la Isla, Don Luis de las Casas, aparece el primer número del Papel Periódico de la Havana, cuya publicación quedó el cabo del tiempo bajo la responsabilidad de la Sociedad Econónómica de Amigos del País de la Habana. En el Papel Periódico no sólo queda reflejada la economía de la época, cuestión estudiada por Julio Le Riverend, sino también el ambiente cultural que comenzaba a florecer en la capital de la isla como consecuencia de la política de Carlos III. La literatura aflora en sus diversas manifestaciones, incluida la crítica literaria. Sus redactores, que dedicaban al periódico sus horas de descanso, fueron todos figuras prominentes de la época, es decir, representantes de la burguesía criolla en ascenso. Posteriormente sufriría diferentes cambios de título, formato y contenido, hasta que en 1848, al tomar el título de Gaceta de la Habana, fue perdiendo su carácter comercial y literario y quedó como órgano del gobierno, antecesor de nuestra actual Gaceta oficial.

La etapa de inicios del periodismo en Cuba, que comienza precisamente con el Papel Periódico de la Havana -pues los anteriores ni tuvieron larga vida ni real importancia, además de que apenas se conservan ejemplares que permitan determinar su contenido-, se extiende hasta alrededor de 1828. Esta etapa pudiera estar caracterizada por las grandes figuras que en ella y por ella trabajan hasta hacer de la prensa expresión real de los intereses de la burguesía criolla, detentadora del poder económico, así como por actuar como medio de étita y de cuitura, de difusión mercantil, de desarrollo agrícola y de propagarda política abierta o disfrazada, pues todos los escritos, antes de su publicación, debían pasar bajo una rígida censura eclesiástica. Pocas fueron las publicaciones editadas antes de 1812, año en que se decreta la libertad de imprenta. Entre ellas se destacan El Regañón de la Havana, El Criticón de la Havana, El mesajero político-económico literario de la Habana y El Patriota Americano. Todas ellas participan de las características antes mencionadas de esta etapa inicial. Hay quemencionar también el primer periódico de Santiago de Cuba -donde había sido introdudda la imprenta en 1792 por Matías Alqueza-, titulado El Amigo de los cubanos (1805-? ) y fundado por la Sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad. A éste siguieron otros como El Canastillo (1814-? ), del destacado poeta oriental Manuel María Pérez y Ramírez. En este período aparece también el primer periódico técnico editado en Cuba, El Filarmónico Mensual de la Habana (1812-[Id.?]), bajo la dirección de Francisco Frías, quien inicia así la larga y fructífera trayectoria de nuestra prensa musical.

Los diversos movimientos liberales ocurridos en España durante el primer cuarto del siglo XIX posibilitaron que la libre expresión del pensamiento fuera una realidad al ponerse en vigencia la constitución liberal y decretarse la libertad de imprenta. El año 1812, en que esta medida se adopta en Cuba, marca la eclosión en nuestra arena periodística de una serie de publicaciones de tipo político, en las que la crítica alcanza caracteres violentos, desde una óptica satírica las más de las veces. Si se revisa la importante obra de Antonio Bachiller y Morales, Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la isla, de Cuba, se notará lo que afirmamos: frente a algo más de veinte publicaciones entre 1781 y 1811, Bachiller anota más de veinte también, pero sólo en 1812, a las que hay que añadir las que continuaron del año anterior. Entre esas publicaciones cabe mencionar La Perinola, fundada y dirigida por el impresor José de Arazoza, quien firmaba los trabajos con el seudónimo El patán marrajo; La Cena, Diario Cívico, Mercurio Habanero y El lince, que según Llaverías fue la primera que se publicó después de conocerse en Cuba el decreto sobre libertad de imprenta y sin que éste rigiera aún oficialmente. Al año siguiente, y todavía bajo la libertad de imprenta, continuó este tendencia político-satírica con El Filósofo Verdadero y El Esquife. La mayoría de los trabajos aparecidos en estas publicaciones eran firmados con seudónimos, muchos de los cuales permanecen aún sin identificar. En 1820, después de varios años en que la prensa languidece, hay un resurgimiento. Son numerosos los periódicos liberales y constitucionalistas hasta 1823, aunque siempre el número será menor que en el anterior período liberal de 1812. Ya de antes venían publicándose las Memorias de la Real Sociedad Económica de la Habana -que aparecieron con diferentes títulos hasta finales del siglo-, y se había publicado también (en 1812) el primer periódico de Puerto Príncipe (Camagüey), fundado y editado por Mariano Seguí, introductor de la imprenta en la ciudad. Respecto al título original de este periódico, que salió hasta 1816, no están de acuerdo los investigadores de nuestra prensa; sí es incuestionable que el lo de junio de 1813, fecha en que se publicó el número cinco de su tercer tomo, llevaba el título de Espejo de Puerto Príncipe, según el facsímil que reproduce Llaverías en la página 39 del tomo 1 de su Contribución a la historia de la prensa periódica. Se afirma que en 1810 ya salía el Espejo en forma manuscrita, y que había sido fundado por Antonio Guerra y Gordo. En la propia ciudad comenzó a editarse en 1819 la Gaceta de Puerto Príncipe, órgano oficial del gobierno militar, donde publica su primer artículo Gaspar Betancourt Cisneros, más conocido por su seudónimo El Lugareño. Este periódico, bajo diferentes títulos y con varios cambios en su periodicidad, continuó saliendo hasta 1848, en que se fusionó con El Fanal. Entre las publicaciones que ven la luz en 1820 se destacan El Argos, de carácter político y literario, que escribían José Fernández Madrid y José Antonio Miralla, de nacionalidad colombiana y argentina, respectivamente; La Lira de Apolo, primer periódico escrito enteramente en verso en nuestro país, según Llaverías; Diario liberal y de variedades de la Habana; El Mosquito, de carácter burlesco y censurador, y Corbeta Vigilancia, primer periódico de Trinidad (Las Villas), que, según parece, fue fundado por Cristóbal Murtra, introductor de la imprenta en la ciudad, quien solicitó y obtuvo permiso para publicarlo. Bachiller y Morales, por su parte, afirma que el primer periódico de esta ciudad fue El Correo Semanal, publicado ese mismo año por Julián Castiñeira, quien, según el propio Bachiller, introdujo el folletín en la publicaciones del país. Todo parece indicar que estas dos últimas publicaciones son realmente una, que, bajo diferentes títulos, formatos y variada periodicidad (hasta convertirse en diario), continuó saliendo hasta después de comenzada la Guerra de los Diez Años el 10 de octubre de 1868. Otras publicaciones importantes de la tercera década de este siglo XIX fueron La Minerva, considerada una de la mejores de la época por su contenido y formas elegantes; Biblioteca de Damas, redactada por José María Heredia; El Observador Habanero, de carácter político, científico y literario, con conocidos colaboradores; El Americano Libre, de contenido fundamentalmente político, aunque dio cabida a poesías; El Revisor Político y Literario, sustituta de la anterior; Andes de ciencia, agricultura, comercio y artes, desde cuyas páginas sostuvo su redactor, el español Ramón de la Sagra, una encendida polémica con José Antonio Saco en torno a las poesía de Heredia. El más importante de los periódicos de esta etapa es, posiblemente, El Habanero, de Félix Varela, a pesar de que sólo vieron la luz siete números, publicados entre 1824 y 1826 en Filadelfia y Nueva York. Varela inicia así no solamente la tradición de nuestra prensa editado por los emigrados en el extranjero, y fundamentalmente en los Estados Unidos -que alcanzarla su máxima expresión con el periódico Patria, fundado por José Martí en 1892 para coadyuvar a la preparación de la «guerra justa y necesaria»-, sino que nos ofrece, desde sus páginas, la primera manifestación revolucionaria de carácter periodístico entre nosotros, a través de los numerosos trabajos políticos que tienden a lograr la separación definitiva de nuestra isla del coloniaje español. Su circulación, como es obvio, era no sólo prohibida, sino perseguida ferozmente por las autoridades españolas. Las publicaciones de esta primera etapa del periodismo cubano tuvieron, por lo general, poca duración. Su formato era pequeño, sin que pueda definirse claramente la separación entre lo que hoy llamamos periódico y lo que conocemos por revista, pues ni siquiera la periodicidad, bastante irregular -aunque frecuentemente era semanal-, permite esta separación. Tipográficamente reflejan el estado de atraso en que se encontraba la imprenta en nuestra isla a comienzos del siglo XIX, aunque en algunas -hay aciertos apreciables en cuanto a la composición.

En un trabajo publicado en 1846 en el periódico matancero La Aurora -y que se reprodujo en las páginas 147-153 de la edición de El Periodismo en Cuba correspondiente a 1944- el destacado novelista cubano Cirilo Villaverde señalaba que el año 1830 marcaba para Cuba el advenimiento de la «memorable era periodística», que él entendía había sido una «era de oro para la juventud que comenzaba a saludar la literatura, y que acabó a fines de 1839», en que llegó la era de los periódicos. Según Villaverde, toda esta labor fue desastrosa para la literatura cubana, pues la facilidad que existía para publicar en estos periódicos y obras por entregas llevaba al facilismo, al exceso de producción, a la cantidad en detrimento de la calidad. Sin embargo, al pasar los años, no podemos dejar de señalar que este período fue fundamental en el desarrollo de nuestra literatura. A través de las publicaciones del mismo logra cohesión el movimiento romántico. Se dan a conocer nuestros autores fundamentales de la época: Milanés, Plácido, Manzano, Suárez y Romero, Echeverría, Del Monte, los González del Valle, Palma y el propio Villaverde, entre otros. Hace su aparición la música y las publicaciones comienzan a verse ornadas por figurines y litografías, a la vez que el arte tipográfico alcanza un mayor desarrollo. Es cierto que las publicaciones tenían vida efímera, que eran empeños superiores a las fuerzas de los individuos que los emprendían y al medio en que se desarrollaban, pero no es menos cierto que hoy asombra la constancia de muchos, el afán por convertir a nuestra capital en un centro irradiador de cultura, tanto hacia el interior del país -donde la situación era, como es de esperarse, mucho peor- como hacia el extranjero, con lo que se pretendía demostrar el grado de cultura que alcanzaba el país frente a aquellos que lo mantenían como colonia. O sea, que las publicaciones de este período, desde sus posibilidades, que se limitaban al marco de las bellas artes, realizaron una importante labor de afirmación de los valores nacionales criollos.

Contradiciendo a Villaverde, marcamos 1928 como el año en que se inicia una nueva etapa del periodismo cubano, por considerar que con la aparición de la Aurora de Matanzas, en dicho año, se produce un cambio importante en nuestra prensa periódica de la época. Este periódico, que contó en sus páginas con las firmas renombradas de la literatura cubana hasta el momento y que extendió su publicación hasta 1857 -año en que, después de refundirse con otro periódico matancero, El Yumurí, salió como Aurora del Yumurí-, era en sus inicios órgano de la Diputación Patriótica y fue el primer periódico cubano que publicó crónicas de guerras extranjeras; según Bachiller, contribuyó notablemente al avance del periodismo cubano, tanto por su contenido como por la belleza de las formas. En 1829 se publicaron La Moda; o, Recreo semanal del bello sexo y El Nuevo Regañón de la Habana, dedicado a la crítica de costumbres y en el que hizo sus primeras incursiones en la literatura el bibliógrafo cubano Antonio Bachiller y Morales. Al año siguiente vio la luz la primera publicación de carácter netamente romántico: El Puntero Literario. 1831 marca la aparición de tres publicaciones de enorme trascendencia: la Revista y repertorio bimestre de la isla de Cuba, el Lucero de la Habana y El Eco, primer periódico de Villaclara (Santa Clara). La primera (que a partir de su segundo número tomó el título con que es conocida, Revista Bimestre Cubana, al incorporarse a la Comisión de Literatura de la Sociedad Económica de Amigos del País) estuvo, al poco tiempo de iniciada su salida, bajo la dirección de José Antonio Saco. Presentó en sus páginas materiales de la más diversa índole. Por la calidad de sus colaboradores, así como por la de los trabajos incluidos, esta revista quedó inscrita en la historia de nuestro periodismo como uno de los más exitosos esfuerzos editoriales del pasado siglo, no sólo en Cuba, sino también en todo el mundo de habla hispano. El Lucero de la Habana, que introdujo notables mejoras, se refundió con el Noticioso Mercantil -que venía saliendo desde 1913 con diferentes títulos-, y salió como El Noticioso y Lucero de la Habana, del cual se afirma que fue la primera empresa periodística. Tuvo diversos cambios en su formato, tamaño, titulo y viñeta. Este periódico -que se publicó hasta 1844- ofrecía información bastante detallada sobre diversos aspectos de interés para la época, tanto en lo económico, político e histórico, como en lo cultural. El Eco fue fundado por Manuel Sed y José Manuel de la Torre, y contó con la colaboración de destacados escritores de la ciudad y del resto del país. En 1834 se introdujo la imprenta en Sancti Spíritus (Las Villas) y comenzó a publicarse -por iniciativa de la Diputación Patriótica de la Sociedad Económica de Amigos del País de la Habana, el primer periódico de la ciudad, El Fénix, que con una interrupción en 1840, continuó saliendo hasta después de comenzada la Guerra de los Diez Años.

Con la llegada a Cuba del general Tacón y la puesta en práctica de la política de mano dura a través de las «facultades omnímodas», los periódicos se apartan del tratamiento de los temas políticos y abordan la literatura, ya que se implanta la censura previa y sólo se autorizan periódicos que no toquen los temas políticos, filosóficos, religiosos y sociales, siempre contando con la previa autorización soberana. Podían conseguirse licencias para imprimir obras por entregas. El primero en entrever y aprovechar esta solución fue Mariano Torrente, quien en 1836 publicó su Biblioteca selecta de amena instrucción, en la que incluyó trabajos de la más diversa índole, pero ninguno que se relacionase directamente con Cuba. Esta solución adoptada por Torrente tuvo inmediatamente numerosos adeptos y comenzaron a proliferar las obras de «amena literatura» por entregas, generalmente dedicadas a las damas, de las cuales Villaverde, en el artículo suyo a que antes aludimos, sólo salva El Álbum, La Siempreviva y las primeras entregas de El Plantel. La primera, que tuvo su antecedente en la Miscelánea de útil y agradable recreo, tiene la importancia de haber publicado las primeras novelas cubanas, debidas a Ramón de Palma -uno de sus editores- y a Villaverde. La Siempreviva, «dedicada a la juventud habanera», tiene el extraordinario mérito -aparte de los que le otorgan la calidad de los autores y los trabajos presentes en sus páginas-, de haber publicado la primera versión de la conocida novela cubana Cecilia Valdés. Las entregas iniciales de El Plantel, que aparecieron bajo la dirección de Ramón de Palma y José Antonio Echeverría, contaron con una nutrida y selecta colaboración criolla, la cual desapareció a partir de la cuarta entrega, cuando, por problemas con el editor, los ya mencionados directores dejaron la publicación. Los españoles José María Andueza y Mariano Torrente se hicieron cargo entonces de dirigirla. A pesar de que los escritores cubanos cesaron en su colaboración, esta segunda etapa de El Plantel tiene enorme importancia por haber sido en sus páginas donde se empleó por primera vez, según se afirma, la técnica litográfica en nuestro país. Otras publicaciones literarias de esta etapa fueron Recreo literario, La, Mariposa, La Cartera Cubana -a la que se unieron Palma y Echeverría cuando se separaron de El Plantel-, La Guirnalda (Matanzas), Ensayos Literarios (Santiago de Cuba), El Colibrí, El Álbum Cubano y Et Artista. Importante fue también la aparición del Repertorio Médico Habanero (18401845), fundado por Nicolás J. Gutiérrez y redactado por Ramón Zambrana y Luis Costales, con el cual se inicia la prensa médica en el país.

Al comenzar a publicarse en 1841 el Faro Industrial de la Habana, reaparece el tema político en la prensa cubana. De este periódico -que además de los trabajos y secciones propias de un diario de la época incluía bastante material sobre el movimiento cultural de la capital, contemplado su aspecto literario- se ha dicho que fue el primer defensor de los intereses netamente cubanos, por lo cual en 1851 fue suspendido por el gobierno. En 1841 surge también La Prensa, que, a pesar de las numerosas colaboraciones de escritores cubanos que vieron la luz en sus páginas, era defensor de los intereses españoles. No puede estudiarse esta etapa del periodismo cubano sin mencionar siquiera al Diario de la Marina, surgido en 1844 como un desprendimiento de El Noticioso y Lucero. A través de toda su larga trayectoria, el Diario de la Marina se destacó siempre por su tenaz defensa de los intereses anticubanos, por el espíritu reaccionario de su orientación y por el combate,. abierto o solapado, a toda noble idea surgida del pueblo o con vistas a la mejoría de su situación. Otros importantes periódicos de esta etapa fueron el Diario de Avisos (1844-1845), de contenido mercantil, económico y literario, y del que se afirma que fueron sus directores Narciso Foxá y José M. Zayas; El Fanal (1844-?), que era órgano oficial del cabildo de Puerto Príncipe y defensor de los intereses españoles; El Orden (Santiago de Cuba), que después se fusionó con El Redactor, de la propia ciudad, y salió como El Diario Redactor. A fines de 1845 comienza a publicarse en Cienfuegos (Las Villas) -donde Francisco Murtrahabía introducido la imprenta en dicho, año- la Hoja Económica, único periódico de la cindad hasta 1855.

La tercera etapa del periodismo cubano le inicia a partir de 1851, marcada por la profundización de las divergencias político-ideológicas entre cubanos y españoles; divergencias que se manifiestan tanto en la prensa nacional como en la que publican los cubanos en el extranjero, fundamentalmente Estados Unidos. Las distintas vertientes del pensamiento cubano de la época, que tampoco respondía a un fin único, varían desde las posiciones reformistas, que querían conservar la subordinación a España bajo condiciones más favorables para el desarrollo económico de la isla, hasta las radicalmente independentistas, pasando por las abolicionistas y las que propugnaban la anexión al vecino del norte. La prensa independentista está representada en principio por La Voz del Pueblo Cubano, del que sólo llegaron a salir tres números que bastaron para desconcertar a las autoridades españolas y para poner de manifiesto el patriotismo y la valentía de su editor, Eduardo Facciolo, quien, sorprendido en la imprenta clandestina en que se editaba el periódico en los momentos en que se preparaba su cuarto número, fue apresado y posteriormente condenado a la pena de muerte, en garrote vil. Con su muerte nace el primer mártir del periodismo cubano y se inicia la mejor tradición de nuestra prensa clandestina revolucionaria.

La prensa cubana en el extranjero es, en esta etapa, numerosa. Se destacan periódicos como La Verdad, de tendencia anexionista, redactado por Miguel Teurbe Tolón, a quien se debe también la edición de otras importantes publicaciones como El Cubano y El Cometa, ambas de Nueva York. En ellos, al igual que en todos los periódicos de índole política publicados por cubanos en el extranjero por estos años, la literatura se presenta, con una regularidad notable, como arma política y como medio de satirizar a los colonialistas españoles. También de carácter Político se publicaron en Nueva York El Filibustero y El Eco de Cuba. Importantes desde el punto de vista literario fueron La América, que después cambió su título por el de América Ilustrada y posteriormente se refundió con El Mundo Nuevo, y El Correo de Nueva York. No faltaron también las publicaciones españolas cuyo objetivo era contrarrestar los propósitos de la prensa cubana en la emigración. Tenían un mayor radio de acción, pues a ellas sí les estaba permitido entrar y circular libremente por el país. Se destaca, por su constancia y rudeza en los ataques, La Crónica, de Nueva York.

La prensa española en Cuba está representada en esta etapa por los ya mencionados Diario de la Marina y La Prensa, que sale hasta mediados de 1870, en que se fusiona con La Voz de Cuba, periódico que había fundado en 1868 el periodista español Gonzalo Castañón y que fue órgano del más reaccionario e intransigente integrismo español. No puede dejar de mencionarse El Moro Muza (1859), fundado y dirigido en sus comienzos por Juan Martínez Villergas, y que tiene la importancia, a pesar de lo reaccionario de sus planteamientos y la dureza de sus ataques a la idea de la separación de Cuba de España, de haber popularizado al personaje Liborio, del dibujante Víctor Patricio de Landaluze, que posteriormente se convertiría en la más cabal expresión gráfica de nuestro pueblo.

El año 1862 marca la aparición en la palestra pública de El Siglo, que al año siguiente se convirtió casi oficialmente en órgano de los reformistas cubanos de la última etapa anterior al 68. Fue un periódico político, partidista, que tenía como objetivo formar la opinión pública para convencer al gobierno colonial de la necesidad y conveniencia de un cambio de régimen. Poco tiempo después de iniciada la guerra en octubre del 68 y luego de cambiar su título en varias ocasiones, desapareció esta importante publicación de la que se ha dicho que fue el mejor periódico político de Cuba y que propugnó y defendió las reformas político-social y económico-administrativas con tal fuerza de razones que habría de servir, al finalizar la guerra, como escuela y modelo a la prensa autonomista. En el interior del país se destacan, además de algunos de los ya mencionados, que continuaron su salida adaptándose a los nuevos requerimientos y definiendo su posición política a favor o en contra de la independencia, según los intereses a que respondían, La Alborada, segundo periódico de la ciudad de Santa Clara; El Alba de Villaclara, de la misma ciudad; Álbum Güinero, de la villa de Güines, en la provincia habanera; El Duende, de Matanzas; La Esperanza y La Fe, de Guanabacoa y Regla, respectivamente, poblaciones ambas de la Habana.

Desde el punto de vista literario, las numerosas publicaciones que surgen en este período están marcadas aún por el romanticismo, pero hay un afán por superar el mal tono, los excesos y los artificios propios de esta escuela en la época, que lastraban en ese momento nuestra literatura. La etapa se inicia en este sentido con Las Flores de las Antillas, de 1852. Tanto por su expreso afán de encauzar adecuadamente la creación y el gusto literarios de sus contemporáneos como por la introducción de novedosos y excelentes medios de impresión -factores que le permitieron hacer veladas críticas al régimen imperante y que han hecho a su vez que se le considere «el monstruo editorial del siglo XIX»-, sobresalió la Revista de la Habana, que inició su publicación en 1853, tuvo entre sus directores a Rafael María Mendive y salió hasta 1857, en que desapareció ahogada por las condiciones políticas y la crisis económica de dicho año. También en 1853 aparece El Almendares, que tiene la importancia de presentar en sus páginas trabajos inéditos de autores cubanos, así como el haber eliminado las malas traducciones románticas que tanto abundan en otras publicaciones de la época. Otras destacadas revistas de la década del 50 del pasado siglo fueron La Guirnalda Cubana, Brisas de Cuba, Floresta Cubana, que después cambió su título por el de La Piragua, donde se publicaron los trabajos de los cultivadores de la poesía siboneyista; El Cesto de Flores, La Civilización, El Liceo de la Habana, órgano de la institución de su nombre, y La Habana, a la cual se unió posteriormente El Kaleidoscopio. La década siguiente se inicia con el Álbum cubano de lo bueno y lo bello, importante revista dirigida por Gertrudis Gómez de Avellaneda durante su estancia en Cuba y en la que colaboraron las más afamadas plumas cubanas del momento. En esta década sobresalen publicaciones como Cuba Literaria, Ensayos Literarios, El Correo Habanero, Camafeos, El Ateneo, La Infancia, esta última dedicada a los niños. A todas ellas hay que añadir las publicadas en el interior del país, entre las que cabe mencionar La Abeja (Trinidad), Murmurios del Cauto (Santiago de Cuba), El Céfiro (Camagüey) y El Liceo de Santa Clara, órgano oficial del instituto de su nombre. Ninguna de las anteriores publicaciones de la década del 60, sin embargo, alcanza el relieve de la Revista Habanera, que dirigieron Juan Clemente Zenea y Enrique Piñeyro y que salió entre 1861 y 1863. Publicación para minorías, se ubicó preferentemente en el terreno de la crítica, dio a conocer en nuestro medio las hasta entonces casi desconocidas literaturas nórdicas y comentó ampliamente, con criterios francos y exentos de paternalismo, las obras cubanas de la época, acentuando así una cubanía que le costó ser suspendida por el gobierno colonial.

Un dato de la prensa de esta etapa, que no puede soslayarse por la trascendencia que conlleva, es el surgimiento de la prensa obrera. En 1865 comienza a publicarse el semanario La Aurora, «dedicado a los artesanos», que trataba los problemas del naciente proletariado, fundamentalmente de los tabaqueros, desde una óptica reformista, a la vez que daba cabida en sus páginas a numerosas producciones literarias.

Con el inicio de la revolución el 10 de octubre de 1868 principia la prensa de la manigua, de la que son máximos exponentes en esta etapa El Cubano Libre, fundado por Carlos Manuel de Céspedes al tomar Bayamo el 18 de octubre de 1868 y que fue dirigido en su primera etapa por el Poeta José Joaquín Palma; La Estrella Solitaria, fundado, dirigido y redactado por Rafael Morales, más conocido por Moralitos, quien en medio de precarias condiciones imprimía su periódico, en el que se exponían criterios políticos que enjuiciaban la labor de quienes dirigían la revolución; El Boletín de la Guerra, impreso en Camagüey, que después cambió su título por el de La República y fue órgano oficial del gobierno. La prensa mambisa, cuya vida estuvo siempre en peligro por los azares de la guerra y por la escasez de recursos con que se contaba para sostenerla, rindió una heroica faena durante la Guerra de los Diez Años y mantuvo informados a los integrantes del Ejército Libertador acerca del desarrollo de las hostilidades, de los acuerdos del gobierno y de otras cuestiones de interés para ellos, a la vez que inflamaba los ánimos de los combatientes con las estrofas patrióticas y los discursos de los dirigentes de la revolución. Desde las mismas ciudades pudo también la juventud manifestarse libremente después que el general Dulce decretó la libertad de imprenta en enero de 1869. Surgen entonces multitud de Periodiquillos de vida efímera -en la mayor parte de los casos no pasaron del primer número-, entre los que cabe destacar La Patria Libre y El Diablo Cojuelo, en los cuales participa el joven José Martí, ya como colaborador, ya como director. Con esta labor inicia Martí su entrega total al periodismo como vía para hacer llegar sus nobles ideales al resto de sus conciudadanos. El período de libertad de imprenta levantó los ánimos de los capitalinos. Finalmente, los intereses reaccionarios terminaron por imponerse y Dulce no tuvo más remedio que anular la medida dictada.

Con la aparición de El Triunfo -fundado a raíz del Pacto del Zanjón por el abogado y escritor andaluz Manuel Pérez de Molina- se inicia la prensa autonomista, que caracteriza en gran medida a todo el período que se extiende desde 1878 hasta fines de siglo y que reviste importancia fundamental para el periodismo cubano, no por su orientación político-ideológica, sino por las grandes figuras que aporta a nuestra prensa. El periodismo adquiere un desarrollo notable, que beneficia, a su vez, al desarrollo del ensayo y la crítica literaria. Las campañas autonomistas, por otra parte, mantienen en constante actividad al periodismo político. Son numerosas y violentas las polémicas entre los autonomistas -que se escudan en El Triunfo- y los integristas, que se defendían y atacaban desde La Voz de Cuba y posteriormente desde las columnas de La Unión Constitucional, órgano del partido del mismo nombre. El Triunfo, que bajo varios títulos salió hasta el 31 de diciembre de 1898, fecha en que cesó la dominación española en Cuba, tuvo como director, al poco tiempo de iniciar su salida, al gran escritor y periodista Ricardo del Monte, y contó entre sus redactores y colaboradores a las más renombradas plumas del momento. Al igual que El Triunfo, La Discusión -fundado por Adolfo Márquez Sterling- necesitó adoptar diferentes títulos para evadir las condenas del tribunal de imprenta, hasta que tomó el definitivo de La Lucha, con el cual salió hasta alrededor del año 1930. Aunque se afirma que no hizo nunca declaraciones concretas de fe autonomista, se le señala como uno de los periódicos seguidores de esta tendencia Política, no obstante haber aparecido en sus páginas numerosos trabajos de conocidos separatistas. Otra importante publicación autonomista fue La Comedia Política, semanario de corte satírico. En el resto de la isla también se publicaron, en casi todas las poblaciones importantes, periódicos autonomistas. Frente a ellos continuó la labor de la prensa española, intransigente y reaccionaria, desde diversos periódicos (ya mencionados) y sobre todo desde el Diario de la Marina y Don Circunstancias, semanario satírico fundado por el vallisoletano Juan Martínez Villergas -conocido ya por publicaciones anteriores de idéntico carácter- después de la creación del partido autonomista y desde cuyas páginas este escritor -el que un coterráneo suyo consideraba el «satírico más agresivo de su época»- combatía tanto las aspiraciones reformistas como las separatistas. Frente a ambas tendencias -la autonomista y la integrista- se ubicaba la prensa revolucionaria, ya desde la misma isla, ya desde el extranjero, en este último caso con la novedad de que su radio de acción se ha ampliado mucho más que en períodos anteriores, abarcando ahora numerosas regiones de Estados Unidos, así como otros varios países de América Latina y de Europa. Dondequiera que hubo colonias de emigrados cubanos, éstos dieron a la luz publicaciones para expresar sus anhelos y propagar sus ideales independentistas.

Entre todas se destaca, en primer término, Patria (1892-1898), periódico editado en Nueva York por José Martí, quien lo fundó y dirigió hasta su heroica muerte en los, campos de Oriente, con el fin de coadyuvar a través de sus páginas a la magna tarea que se había impuesto el Partido Revolucionario Cubano, también fundado por él en 1892, de alcanzar mediante la lucha armada la total independencia de Cuba y Puerto Rico del coloniaje español. Ya antes había fundado Martí publicaciones como la Revista Venezolana, de la que sólo aparecieron dos números, editados en Caracas, y- La Edad de Oro, que fue editada en Nueva York y «dedicada a los niños de América», y es ejemplo poco común de lo que debe ser la literatura infantil. También era ya Martí, en el momento en que funda Patria, uno de los más conocidos periodistas de América, gracias a sus trabajos en importantes publicaciones de Norteamérica -The Sun y The Hour-, en publicaciones en lengua española que en este país veían la luz -El Economista Americano, El Avisador Hispanoamericano y La América, todas de Nueva York- y en algunas de las más conocidas de América Latina, tales como la Revista Universal y El Partido Liberal (México), La Nación (Buenos Aires) y La Opinión Nacional (Caracas), en todas las cuales dejó una copiosa, instructiva y alertadora colaboración. Así, con esta larga experiencia en las lides periodísticas y con un espíritu y fuerza de voluntad enormes, se entregó Martí a la ardua tarea que significaba la edición de un periódico como Patria, de profundas raíces antimperialistas, en los propios Estados Unidos. Además de todas las informaciones relacionadas con los clubes revolucionarios cubanos en Estados Unidos, así como posteriormente con las noticias sobre la guerra en Cuba, en las páginas de Patria se publicaron importantes trabajos de diversa índole debidos a la pluma de Martí -muchos de ellos en forma anónima-, así como colaboraciones de numerosos escritores revolucionarios cubanos. Otras importantes publicaciones cubanas en el extranjero fueron El Yara, que editaba José Dolores Poyo en Cayo Hueso; La Ilustración Cubana, de corte literario, que se redactaba en La Habana y se editaba en Barcelona (España); América en París, como la anterior, revista de índole literaria con colaboración excelente; El Porvenir (Nueva York), El Expedicionario (Tampa), que dedicaba bastante espacio a la literatura además de ofrecer informaciones sobre la revolución en Cuba y sobre las actividades de los emigrados y del club de que era órgano oficial; La Doctrina de Martí (Nueva York), El Intransigente (Key West) y la Revista de Cayo Hueso.

En Cuba, la prensa revolucionaria de esta etapa está representada dignamente, con anterioridad al Grito de Baire, por la figura de Juan Gualberto Gómez. En su periódico La Fraternidad publicó su trabajo «Por qué somos separatistas», que lo llevó de nuevo a la cárcel y significó un gran beneficio para la causa independentista al anular la sentencia el Tribunal Supremo de España y declarar, asimismo, totalmente lícita la propaganda separatista siempre que no incitara a la rebelión. Al dejar de publicarse La Fraternidad a comienzos de la década del 90, Juan Gualberto Gómez sacó La Igualdad (1892-[1895]), considerado el más célebre de sus periódicos. La encendida pluma de este patriota cubano no descansó en la divulgación de la tesis separatista, en la preparación y organización de la llamada «raza de color», en la lucha contra el integrismo y el autonomismo. Poco después de comenzada la revolución que organizara y dirigiera Martí a través del Partido Revolucionario Cubano, surge nuevamente la prensa mambisa. Reaparece El Cubano Libre, gracias a la gestión de Antonio Maceo y bajo la dirección de Mariano Corona Ferrer, quien al finalizar la guerra continuó editándolo en Santiago de Cuba. Otros importantes periódicos de esta etapa insurreccional fueron Las Villas, que se editaba en la zona de Sancti Spíritus; La Independencia, editado en Manzanillo, y en cuyas páginas colaboraron, entre otros, Manuel de la Cruz y Enrique Loynaz del Castillo; Patria y Libertad, y otro Boletín de la Guerra, que fundó en Camagüey Salvador Cisneros Betancourt y al que sucedió La Verdad. Como se ha afirmado, la prensa en la manigua respondió plenamente a los intereses revolucionarios de la época y se convirtió en una importante trinchera de ideas que contribuyó en enorme medida a la consecución de la independencia.

La prensa de carácter literario alcanza, en esta etapa que reseñamos, logros notables, ya en el aspecto de su contenido, ya en lo relacionado con su formato, presentación y demás elementos técnicos. En torno a publicaciones tan valiosas como la Revista de Cuba y su sucesora la Revista Cubana, dirigidas, respectivamente, por José Antonio Cortina y Enrique José Varona, se nucleó toda una generación de críticos y ensayistas de diversas tendencias, que tenían como objetivo fundamental la investigación de los orígenes del desajuste nacional, tanto en el plano político como en el cultural, desde los presupuestos del positivismo. A las tertulias y reuniones celebradas en torno a la Revista de Cuba acudían las más renombradas figuras del ambiente cultural cubano del momento, las cuales prestaban también su colaboración a la revista. Importante fue asimismo la revista Hojas Literarias, personal esfuerzo de Manuel Sanguily, quien la redactaba íntegramente, aunque por excepción dio cabida en ella a algunos trabajos de Enrique Piñeyro. El Fígaro, que inició su salida en 1885 como «Semanario de sports y de literatura. Órgano del base-ball», devino prontamente -al quedar bajo la dirección de Rafael Bárzaga y Manuel Serafín Pichardo, a quienes auxiliaba, desde su puesto de administrador, Ramón A. Catalá, posteriormente máximo responsable de su publicación y sostenimiento hasta bien entrado el siglo siguiente-, en una importante revista literaria que se adscribió, junto a La Habana Elegante -fundada dos años antes, dirigida primeramente por Antonio del Monte y después por Enrique Hernández Miyares-, al movimiento literario más avanzado de su época: el modernismo. En las páginas de ambas revistas quedó recogida la producción, tanto en prosa como en verso, de los más connotados representantes de este movimiento, tanto cubanos -Casal, Juana Borrero y los hermanos Uhrbach, entre otros- como del resto de Latinoamérica -Darío, Gutiérrez Nájera, Díaz Mirón, Icaza, Santos Chocano, Nervo y otros-. Junto a ellos estuvieron los críticos y ensayistas como Varona, Sanguily, Montoro, Nicolás Heredia, Ricardo del Monte, Justo de Lara, Conde Kostia, Fray Candil. Son importantes también, en esta etapa, La Habana literaria; La Familia, de matiz españolizante, pero con la colaboración de conocidos escritores cubanos; En el hogar; El Mundo Literario, después titulada El Palenque Literario; El Almendares, diario fundado por Diego Vicente Tejera y dirigido por Pablo Hernández y que dedicaba dos de sus cuatro páginas a trabajos sobre arte, literatura y otras cuestiones de interés para la mujer, a la que iba dedicado, y que contó con una excelente colaboración, incluida la de José Martí; El Museo, de variado contenido cultural, con amplio material literario y notables reproducciones de cuadros famosos; La Lotería, después titulada El Hogar, que salió hasta 1926; Cuba Intelectual, casi toda redactada por su director José Antonio Rodríguez García; El Eco de Cuba; El Eco de las Damas; La Ilustración de Cuba; El Curioso Americano, de carácter histórico, dirigida por Manuel Pérez Beato, quien en el siglo XX volvió a publicarla irregularmente hasta finales de la cuarta década; Las Avispas, fundada, dirigida y redactada por Justo de Lara; La Joven Cuba, en cuyas páginas comenzó su labor periodística Jesús Castellanos. El siglo XIX cierra, desde el punto de vista literario, con la publicación de Cuba y América y Cuba Libre. La primera, editada en Nueva York por Raimundo Cabrera, fue vocero de la causa independentista; al cesar la dominación española en Cuba pasó a imprimirse en La Habana, donde continuó publicándose hasta 1917. La segunda, que comenzó en 1899 y salió hasta 1910, estuvo dirigida siempre por Rosario Sigarroa.

En esta etapa que analizamos es evidente el auge de la prensa obrera, que no siempre sigue el camino adecuado. Revisando el trabajo de José Rivero Muñiz, «Los orígenes de la prensa obrera en Cuba» -que fue publicado en 1960 en la Revista de la Biblioteca Nacional «José Martí»-, anotamos la existencia de más de veinte publicaciones obreras entre el Zanjón y el final del siglo.

De todas ellas -la mayor parteas cuales corresponde a la capital y en segundo término a la provincia de Las Villas- la más importante es, sin dudas, El Productor, periódico «consagrado a la defensa de los intereses económico-sociales de la clase obrera», del que fue director Enrique Roig San Martín, destacado líder obrero de idea marxista bien definida. El Productor fue una de las primeras publicaciones -si no la primera proletaria como vehículo de difusión de las nuevas ideas sociales y de lucha por las mejoras que la clase obrera reclamaba. Fue también, según se afirma, la primera publicación obrera que abogó por la independencia de Cuba.

Es imposible terminar esta etapa sin referirse a La Política Cómica, que aunque alcanzó su mayor popularidad en el siglo XX, comenzó a publicarse en 1894. Es importante, a pesar de que se considera el suyo un humorismo fácil y de escaso valor artístico, por haber prohijado el tipo de Liborio -creado por el dibujante español Landaluze- y haberlo convertido en expresión característica del campesinado cubano. Esta labor se debió a su dibujante Ricardo de la Torriente, uno de sus fundadores. Se dice que La Política Cómica llegó a ser, ya en el siglo XX, el órgano humorístico de mayor circulación en la América Latina.

Con el advenimiento del siglo XX comienza una nueva etapa dentro de la evolución de nuestra prensa periódica. Dicha etapa, que se extenderá hasta 1958, se inicia bajo la ocupación del país por las tropas yanquis, y transcurre, a partir de 1902, en las condiciones impuestas por la penetración en la economía cubana del capital norteamericano, con todas las implicaciones de diversa índole que este colonialismo de nuevo cuño trae aparejadas, incluida, por supuesto, la penetración en el ámbito ideológico-cultural. Pueden determinarse varios caminos tomados por nuestra prensa periódica durante esta etapa, pero lo más generalizado es que los periódicos, luego de alcanzar una adecuada presentación gracias a los avances tecnológicos Y a la mejor utilización de los recursos artísticos y gráficos, aumenten el número de sus páginas de forma considerable, a la vez que la información suministrada presenta mayor variedad temática, más amplio radio de acción y más rapidez en la difusión de las noticias sobre acontecimientos de toda clase ocurridos en cualquier lugar del mundo. El periodismo adquiere cada vez más un carácter informativo, pero la ideología dominante -que es la que posee los recursos económicos y técnicos-, lo utiliza como medio de desinformación, o sea, que adultera la verdad en aras de su mantenimiento en el poder. Se evidencia también en esta etapa la transición del periódico de ideas-expresión personal de figuras notables- al periódico de empresa, a la vez que la diferencia entre columnistas y editorialistas se hace más patente, según avanza el siglo, y la noticia se reelabora, en muchas ocasiones, con un sentido creativo. Abundan los periódicos ocasionales, generalmente de base política, fruto de intereses personales, de agrupaciones o de partidos, que fenecen apenas transcurre la motivación que los hizo nacer. El sensacionalismo, la crónica roja y la social caracterizan en buena medida a la prensa seudorrepublicana. A todo esto debemos añadir, a partir del triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia, una señalada tendencia al anticomunismo, solapado o abierto, según las condiciones en que se produce la publicación que lo expresa. Frente a esta tendencia se situaron siempre publicaciones de izquierda, tanto obreras como estudiantiles e intelectuales, que aún cuando en la gran mayoría de las ocasiones disponían de escasos recursos financieros y tipográficamente no eran siempre de la mejor clase, jugaron un papel fundamental en el desenmascaramiento de las falsedades de la prensa burguesa, en la defensa de los intereses del proletariado y del campesinado, en la orientación más certera de las luchas por reivindicaciones sociales y en la solidaridad con otros pueblos del mundo.

Siete periódicos que se publicaban desde antes de la instauración de la seudorrepública continuaron su trayectoria durante la misma hasta por lo menos la década del cincuenta. Diario de la Marina, «decano de la prensa cubana», comenzó el siglo bajo la dirección de Nicolás Rivero; desde 1919 fue dirigido por su hijo, José Ignacio Rivero y más tarde, hasta su desaparición, por el hijo de éste último. En esta etapa continuó siendo órgano de la reacción, defensor de los intereses españoles -secundado en los comienzos del siglo por La Unión Española, El Comercio y El Avisador Comercial, fundados en buena medida por capital hispano- y fue también vocero principal del anticomunismo, aunque hacia finales de la tercera década prohijó un importante suplemento literario que dirigió José Antonio Fernández de Castro y en el que aparecieron las más conocidas firmas de la vanguardia literaria, artística y política de Cuba y de Latinoamérica, entre estas últimas la de José Carlos Mariátegui. The Havana Post, fundado en 1899 por el norteamericano George Brandt, era órgano de la colonia norteamericana, y hacia 1907 publicaba una edición en español que estaba bajo la responsabilidad de Arturo R. de Carricarte. El Mundo, cuyo primer número apareció el 11 de abril de 1901, fue fundado, y dirigido en sus inicios, por Rafael Govín, a quien sucedió prontamente José Manuel Govín. Con El Mundo -Primer periódico de empresa de tipo moderno- se inicia la era del periodismo moderno en Cuba. Introdujo el grabado y la crónica social diarios, y fue el primero que Presentó tricomías y anuncios a colores en la prensa diaria. También fue el primer periódico a ocho columnas y el iniciador de la impresión mecánica en nuestro país. Hacia 1904 comenzó a publicar un importante suplemento dominical de carácter literario-cultural titulado El Mundo Ilustrado. Posteriormente editaría, con diversos títulos, varios suplementos de idéntica índole a través de su larga vida. En el interior del país abarcaron el período seudorrepublicano, después de haber comenzado a publicarse antes del 20 de mayo de 1902, los siguientes periódicos: El Fénix (Sancti Spíritus, Las Villas), que comenzó en 1894, fundado por Evaristo Taboada, quien por la defensa de las ideas liberales fue deportado a África, lo que motivó el receso de la publicación hasta fines de 1897, en que reapareció al regresar Taboada al país; La Correspondencia (Cienfuegos, Las Villas), fundado a finales de 1898 por León Ichaso, Cándido Díaz y Florencio R. Velis con el fin de defender el ideario español; La Voz del Pueblo (Guantánamo, Oriente), fundado en 1899 por José Vázquez Savón, y El Camagüeyano, fundado en 1900 por Walfredo Rodríguez Blanca, quien lo dirigió hasta su muerte en 1935, año en que pasó a dirigirlo su hijo.

Continuaron su salida durante la seudorrepública, pero sin avanzar tanto en ella como los anteriormente mencionados, periódicos tan importantes como La Discusión, que reapareció en 1898 y estuvo bajo la dirección de Manuel María Coronado; El Nuevo País, título adoptado por El País, de Ricardo del Monte, al cese de la dominación española; La Lucha, el veterano periódico de Antonio San Miguel, que salió hasta 1931 y que en 1919 tuvo a Miguel de Carrión como subdirector, y que se prestigió siempre con los trabajos de Conde Kostia, a la vez que contó durante varios años con los editoriales de Juan Gualberto Gómez.

Surgidos ya en plena seudorrepública, otros periódicos importantes fueron Cuba y El Triunfo, ambos aparecidos en 1907 bajo las direcciones respectivas de Ricardo del Monte y Modesto Morales Díaz; La Prensa, que se inició en 1909 y era dirigido por Carlos E. Garrido; El Día, fundado en 1911 por varios periodistas que se separaron de Cuba; La Noche, que comenzó en 1912 bajo la dirección de Marco Antonio Dolz, a quien le sucedió en 1913 Antonio Iraizoz; Heraldo de Cuba, que inició su publicación en 1913 y fue dirigido por Manuel Márquez Sterling, quien en 1915 lo cedió a Orestes Ferrara y fundó entonces La Nación; El País, fundado en 1922 por Alfredo Hornedo para la defensa de sus intereses; El Heraldo, que comenzó a aparecer en 1923 y de cuya página literaria fue responsable Rubén Martínez Villena, quien también redactó sus editoriales por corto tiempo; Ahora -que después de haber publicado diez números en 1931, reapareció a fines de 1933 y duró hasta comienzos de 1935-, siempre bajo la dirección de Guillermo Martínez Márquez, se subtituló durante un período «El Periódico de la Revolución» y presentó en sus páginas, además de todas las secciones propias de un diario de información general, numerosos artículos de contenido político, económico, histórico y social, así como trabajos de crítica e historia literarias, cuentos y poesías -muchos de los cuales veían la luz en su suplemento dominical-, con colaboradores tan renombrados como Pablo de la Torriente Brau, Juan Marinello, Raúl Roa, Emilio Roig de Leuchsenring, Regino Pedroso, Ofelia Domínguez Navarro, José Manuel Valdés Rodríguez, Rafael Suárez Solís, Andrés Núñez Olano y otros. Información, fundado por Santiago Claret en 1931 y más tarde dirigido por L. Frau Marsal, salió hasta después del triunfo de la Revolución el lº de enero de 1959, al igual que El Crisol -que inició su publicación en 1934- y Prensa Libre -que comenzó en 1941 y fue fundado y dirigido por Sergio Carbó-. Alerta, que apareció a partir de 1935, desapareció junto con la tiranía batistiana en enero de 1959, al igual que Tiempo -del asesino Rolando Masferrer-, cuyos talleres fueron asaltados e incendiados por el pueblo por sus campañas difamatorias y demagógicas durante la dictadura de Batista. Frente a esta prensa burguesa-cuya única excepción sería Ahora- hay que situar la preocupada por la defensa de los intereses del proletariado, por la unificación de sus fuerzas y por la orientación clasista de las luchas emprendidas. Hay que mencionar los diferentes periódicos publicados por las organizaciones de izquierda, entre ellos Justicia y Bandera Roja, órganos del Partido Comunista, con etapas clandestinas e innumerables dificultades para su edición y circulación; La Palabra, «Diario del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», que comenzó a publicarse en enero de 1935 y tuvo corta vida, pero tiene la importancia de haber sido el primer diario de los comunistas cubanos; Línea, órgano de la organización de abierto carácter antimperialista Ala Izquierda Estudiantil (A.I.E.), que salió irregularmente entre 1931 y 1937. La más importante de estas publicaciones, por su regularidad y larga duración, resulta el periódico Noticias de Hoy, que, como órgano primero del Partido Unión Revolucionaria Comunista y luego del Partido Socialista Popular -nombres que adoptó por esta época nuestro Partido Comunista-, comenzó a publicarse el 16 de mayo de 1938, bajo la dirección de Augusto Miranda. Una prueba de la importancia que el proletariado daba a su periódico la tenemos en el hecho de que mediante suscripción popular pudo Noticias de Hoy tener sus talleres propios, los cuales fueron asaltados en varias ocasiones por las fuerzas represivas de los regímenes de turno hasta que finalmente el periódico fue clausurado durante la dictadura de Batista.

Fuera del ámbito capitalino la situación de la prensa seudorrepublicana fue, por lo general, precaria. Los periódicos tenían una vida corta, preñada de dificultades de todo tipo, que hacían su salida irregular. Só1o en las capitales de provincia y en otras ciudades importantes, con una vida cultural más o menos intensa, lograron sobrevivir durante largo tiempo algunos periódicos como los que ya mencionamos, a los que habría que añadir otros como El Cubano Libre, que continuó publicando en Santiago de Cuba, apenas terminada la dominación española, el mismo director que lo había mantenido en circulación durante toda la guerra del 95, o sea, Mariano Corona Ferrer. Desde 1905 El Cubano Libre tuvo como jefe de redacción a Joaquín Navarro Riera, más conocido por su seudónimo Ducazcal, y varios años después incluía, en su edición dominical, una importante página literaria en que publicaban los escritores más notables de la ciudad y del resto de la provincia. Del Diario de Cuba, cuya publicación comenzó en 1917, en Santiago de Cuba y bajo la dirección del periodista oriental Eduardo Abril Amores, se afirma que fue el primer periódico de provincias que rompió los viejos moldes del periódico de pueblo para hacerse gran periódico de intereses generales. En 1928 el Diario de Cuba destinó una página de su edición dominical a la publicación de los trabajos de los integrantes del grupo de escritores vanguardistas de la ciudad, conocido como Grupo H. Otros periódicos del interior del país, de extensa trayectoria durante la seudorrepública, los cuales hacia mediados de siglo tenían ya más de veinticinco años de existencia, fueron El Sol (Marianao); El Imparcial, del que era director en 1915 el destacado ensayista Fernando Lles, y El Republicano, ambos de la ciudad de Matanzas; El Comercio, de Cienfuegos, El Pueblo, de Ciego de Ávila, provincia de Camagüey, y El Eso de Tunas (Victoria de las Tunas), El Tanameño (Sagua de Tánamo), El Pueblo (Banes) y Orientaciones (Manzanillo), todos ellos de la provincia de Oriente.

Al nacer la seudorrepública, solamente El Fígaro -y tal vez Cuba y América, el tenaz esfuerzo personal de Raimundo Cabrera, que logró mantener su revista hasta 1917- podía considerarse una revista como las conocemos hoy. Bajo la égida de Pichardo y Catalá -pero fundamentalmente gracias a este último- El Fígaro continuó saliendo hasta comienzos de la cuarta década del siglo, los últimos años con una irregularidad que era índice de su languidecimiento, a pesar de que, sabiamente, Catalá fue adaptándola a los nuevos tiempos y abrió sus puertas a los escritores integrantes de las nuevas promociones surgidas durante la etapa. Pocas publicaciones estrictamente literarias tuvieron a mano los escritores cubanos de la primera década del siglo para dar a conocer sus producciones. Cabe mencionar, en primer término, a Azul y Rojo. También es destacable Letras, que presentó en sus primeros números un formato novedoso para la época. Continuó la publicación de Cuba Libre el ya mencionado semanario de Rosario Sigarroa. También reapareció, en su segunda época, Cuba Intelectual, de nuevo bajo la dirección de José Antonio Rodríguez García. Del interior del país merecen citarse El Pensil, de Santiago de Cuba, que dirigía Juan F. Sariol; Hero, de Sancti Spíritus (Las Villas), que aunque reflejó poco la vida cultural cubana y de la ciudad en que se editaba, resultó un serio esfuerzo editorial que aún en 1944 se mantenía; Iris, de Pinar del Río, de carácter más local y vida irregular. También son de destacar otras revistas editadas por estudiantes de la segunda enseñanza, en la cuales la literatura ocupaba lugar preferente y en las que se dieron a conocer al público futuros escritores de renombre en las letras nacionales. Puede citarse por su importancia El Estímulo, que fundó en Santiago de Cuba José Manuel Poveda, a quien se debe también la fundación de otra revista de igual título al trásladarse a La Habana. En esta primera década es justo reconocer el valor de revistas como Cuba Pedagógica, que incluía materiales literarios, el Boletín de los Archivos de la Isla de Cuba -posteriormente titulado Boletín del Archivo Nacional-, que ha vuelto a publicarse después de varios años sin aparecer, y la Revista de la Biblioteca Nacional, cuya primera época se extendió entre 1909 y 1912 y estuvo bajo la dirección de Domingo Figarola Caneda.

En el aspecto literario, la segunda década del siglo está marcada en gran medida por dos grandes publicaciones: Revista Bimestre Cubana y Cuba Contemporánea, ambas con colaboración de primera línea y dedicadas a cuestiones histórico-literarias, que en la segunda se orientan más al estudio profundo de los problemas nacionales en sus diversas facetas, aunque sin plantear posibles soluciones ni tomar una actitud política militante, lo que no obsta para que los treinta y nueve volúmenes que completó puedan ser considerados un esfuerzo provechoso y el más alto exponente de la labor de la primera generación republicana. También se destaca, aunque en una medida mucho menor dada la importancia de las anteriores, Arte. Revista universal, dedicada en sus inicios a cuestiones artísticas, pero que después amplió el espacio a las manifestaciones literarias. En esta década, en la que surgen instituciones oficiales de carácter cultural que se proyectan a través de todo el período que abarca la seudorrepública, comienzan también las publicaciones oficiales de dichas instituciones, entre las que cabe destacar los Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras y los Anales de la Academia de la Historia, ambas dedicadas a la publicación de los discursos, conferencias, actas de sesiones y demás documentos oficiales de sus respectivas entidades. La década que reseñamos también se ve invadida por un nuevo tipo de revista que va apropiándose de los más recientes adelantos técnicos en la tipografía, la ilustración y la composición, a la vez que va tomando características de lo que desde entonces se conoce como magazine. Se recoge en estas publicaciones, de manera bastante completa, la actualidad cultural, se reproducen gráficamente aquellos acontecimientos más relevantes y se ofrece una información variada y amena, que abarca los más disímiles aspectos de la vida moderna, incluida la inevitable crónica social; todo ello como reflejo del afán de la seudoburguesía de verse retratada en los momentos en que alcanzaba mayor auge económico y entregaba cada vez más el país a la codicia del imperialismo yanqui. El Propio año 1910 comienza Bohemia, que aunque nunca reunió del todo las características de magazine, puede considerarse dentro de esta línea, sobre todo en sus inicios, cuando era una revista eminentemente literaria que aún no podía competir con El Fígaro, ni en calidad ni en aceptación. Pero poco a poco fue ganando terreno y, cuando a raíz de la muerte de su fundador le sucedió su hijo en la dirección, logró convertirse en una importante revista gráfica de actualidad, más bien dirigida a sectores populares, de la que nunca ha estado ausente por completo la literatura y en la que han colaborado los más importantes escritores nacionales. Pero las verdaderas revistas tipo magazine, las que resumen en sí las características propias de este tipo de publicación, comienzan en 1913 con Gráfico, que dirigió en sus inicios Conrado W. Massaguer y que estaba dedicada fundamentalmente a la información mundial a través de la fotografía, aunque dio cabida a trabajos de diversa índole relacionados con la literatura y la historia. Social, también dirigida durante toda su trayectoria por Massaguer, comenzó en 1916 y ha sido considerada como el más grande alarde que se ha hecho en Cuba de revista de alto tono, tanto en el campo literario como en el gráfico. La presencia de Emilio Roig de Leuchsenring en la dirección literaria de la misma posibilitó la aparición en sus páginas de los trabajos de los más jóvenes escritores de la época, agrupados a partir de 1923 en torno al Grupo Minorista que encabezaba Rubén Martínez Villena. Todas las actividades y manifiestos de los minoristas vieron la luz en Social, donde paradójicamente podía encontrarse la reseña gráfica de una fiesta de la alta sociedad frente a un texto de José Carlos Mariátegui, índice revelador de que la burguesía que pagaba la revista sólo se preocupaba por buscarse en sus páginas, sin importarle el resto. Chic. La Revista de lujo, que comenzó en 1917 y, con alguna interrupción, salió hasta 1959. También intentaba recoger en sus páginas los acontecimientos más destacados de la sociedad habanera de la época y, como Social, dedicó espacio considerable a las manifestaciones artísticas y literarias, para lo cual contó con una excelente colaboración. Otra revista importante surgida en esta década, con características similares a las anteriores y como ellas de larga vida, fue Carteles, fundada en 1919 por Óscar H. Massaguer. Como Bohemia, cuya compañía editora pasó a ser también propietaria de Carteles en 1954, esta publicación describe una trayectoria que va desde una revista fundamentalmente artístico-literaria hasta ser una de las más leídas revistas de actualidad del país. Su tónica siguió siendo más cultural que la de Bohemia; se destaca en este sentido su interés por la publicación de los mejores cuentistas cubanos y norteamericanos. En el interior del país hay, en esta época, un auge cultural de enorme trascendencia que se manifiesta en el surgimiento de numerosas publicaciones, a través de las cuales un grupo de escritores -encabezados por figuras de primer orden en nuestra lírica, como los poeta orientales José Manuel Poveda y Regino E. Boti y el matancero Agustín Acosta- intenta renovar nuestra poesía. Entre otras publicaciones que no tuvieron larga vida, merecen mención revistas como Oriente Literario, de Santiago de Cuba, que además de reflejar la actualidad cultural de la ciudad incluía material literario de los escritores de la provincia y del resto del país; El Estudiante, de Santa Clara, que al igual que la de idéntico título que se publicó por estos años en Pinar del Río, era de carácter literario y presentaba entre sus colaboradores a escritores jóvenes de la ciudad y del resto del país. No tan destacada como las anteriores, pero también literaria, fue Brisas del Yayabo, «consagrada a la ciudad de Sancti Spíritus» y editado en la Habana. Sobre todas estas publicaciones resalta Orto, de Manzanillo (Oriente). Fundada y dirigida por su propietario, Juan Francisco Sariol, gran animador de la cultura, comenzó a salir en 1912; frente a todo tipo de adversidades y contratiempos propios de empresa de esta índole, mantuvo su salida hasta 1957, con cambios de periodicidad, de subtítulos de directores y redactores. Alrededor de este revista se nucleó un grupo de jóvenes con inquietudes intelectuales y artísticas que se conoce como Grupo Literario de Manzanillo, el cual, con su aliento y afán de lucha, dio cuerpo definitivo a Orto.

Las revistas dedicadas a la defensa de los intereses de la raza negra así como a la lucha por la igualdad racial -aunque desde una posición que, vista con la perspectiva actual, no resulta la más adecuada-, también proliferan desde esta década. Se reflejan en las mismas las actividades de las llamadas sociedades de color, y se destacan aquellas figuras de la raza negra que alcanzaron posiciones relevantes en nuestra historia y en nuestra cultura. Entre estas revistas merece citarse Minerva, que comenzó en 1910 y era considerada sucesora de otra publicación de igual título, «dedicada a la mujer de color», que había aparecido en La Habana entre los años 1888 y 1889. Otro tipo importante de publicación es la que recoge las actividades de la masonería en el país a la vez que brinda variada información cultural y social, fundamentalmente de los propios integrantes de las logias que las publicaban. Por encima de la mayoría de las publicaciones de esta clase se destaca Evolución, que se publicó quincenalmente entre 1914 y 1921 en La Habana. No puede darse por concluida la reseña de esta década sin hacer referencia a la revista Arquitectura, que inició su salida en 1917 y que, después de varios períodos de interrupción y de haber variado su título y formato más de una vez, tomó el definitivo título de Arquitectura. Cuba, con el que aún aparece. Aunque ha centrado su atención durante toda su existencia en cuestiones relacionadas con la arquitectura y las artes que le son afines, ha incluido también en sus páginas materiales de tipo literario e histórico y ha contado con la colaboración de destacados escritores, artistas, historiadores y críticos de arte cubanos.

Motivados por el período de «vacas flacas», por la desmoralización creciente de los gobiernos de turno, por el entronizamiento del robo y el pillaje como bases del sistema, por la penetración cada vez mayor del capital norteamericano -lo que va unido a una persistente intromisión en los asuntos internos del país- y por las precarias condiciones sociales de las masas trabajadoras a comienzos de la década del veinte, a las que se suman trascendentales acontecimientos como la Revolución de Octubre en Rusia y otros movimientos nacionalistas y antimperialistas en el resto del mundo, los trabajadores determinan agruparse en organizaciones sindicales y partidistas que, aunque de variadas tendencias, coinciden en la búsqueda de soluciones efectivas a sus problemas, lo que finalmente los lleva a tratar de buscar solución al problema nacional y de ahí al señalamiento y enfrentamiento del principal causante de los mismos: el imperialismo yanqui. Esta labor tiene que apoyarse necesariamente en medios de difusión de las nuevas ideas, por lo que la prensa juega un papel importante en este sentido. De ahí que abunden las publicaciones obreras que defienden intereses de los sectores específicos que las editan, pero que a la vez se solidarizan con el resto de los trabajadores del país y del extranjero, todo ello con marcada tendencia de izquierda, aunque con matices que revelan el estado de confusión que reinaba en la época. Así, son de destacar, entre otras, revistas como Espartaco, de Carlos Basilio, y Aurora, que comenzó en 1921, tuvo larga vida y era publicada por el sector gastronómico, con la colaboración de destacados intelectuales de izquierda. También los estudiantes y los intelectuales jóvenes jugaron un papel importante en las luchas sociales de la década del veinte. Entre las publicaciones de estos sectores es necesario mencionar Alma Mater, de la que fue administrador en sus primeros tiempos Julio Antonio Mella y que se convirtió posteriormente en órgano de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), a la vez que contó siempre con la presencia de relevantes figuras de izquierda de nuestra literatura; Juventud, que fue fundada por Julio Antonio Mella en 1923 y que aparecía como «Revista de los estudiantes renovadores de la Universidad de La Habana»; Venezuela Libre, que comenzó a publicarse en 1925 y que, aunque tenía un consejo de dirección, era dirigida realmente por Rubén Martínez Villena, quien también dirigió América Libre, continuación de la anterior; Atuei -de tendencia aprista y de carácter más literario que las dos anteriormente mencionadas-, que fue como ellas sobresaliente por la dureza de sus ataques al dictador Machado, lo que motivó su clausura y la persecución de quienes la editaban.

Desde el punto de vista literario, tanto las nuevas publicaciones que surgen a comienzos de la tercera década como algunas de las ya citadas que continuaron su exitosa publicación -fundamentalmente Social, que ya por esta época había desplazado a El Fígaro por completo-, abren sus páginas a la nueva promoción de escritores que más tarde se agrupará en torno al minorismo y a la Revista de Avance. Son muestras de ello publicaciones como Castalia. Antología de poetas y Smart, en las que colaboran escritores que comenzaban a sobresalir en las letras nacionales, como Martínez Villena, Serpa, Núñez Olano y otros. En la Gaceta de Bellas Artes, que publicaba el Club Cubano de Bellas Artes, se daba cabida a trabajos que recogían el acontecer cultural de la nación en sus variadas manifestaciones. Publicada por la Sociedad del Folklore Cubano -y bajo la dirección de Fernando Ortiz, a quien auxiliaba un nutrido y selecto grupo de redactores-, comenzó en 1924 la importante revista Archivos del Folklore Cubano, pionera del estudio sistemático y profundo de este campo de nuestra cultura. También como revista especializada de gran trascendencia y larga duración pudiera citarse Cervantes, editada por Ricardo Veloso en su Librería Cervantes -después Cultura, S.A.- y dedicada a la reseña bibliográfica y a la divulgación de la literatura española. Especializada en el estudio de la vida y la obra de José Martí, la Revista Martiniana, que dirigió Arturo R. de Carricarte, comenzó en1921 y publicó abundante material inédito de nuestro Apóstol. Bajo el título de Martí, y dirigida por Gabriel García Galán, se inició en 1929 una revista infantil de extensa trayectoria. Del interior del país hay que mencionar Lis, que dirigió en Camagüey nuestro poeta nacional Nicolás Guillén; Fraternidad y Amor, de Guanabacoa (La Habana), con trabajos sobre problemas sociales, de tendencia socialista, además de abundante material literario; El Chofer de Cuba, editada en la capital oriental y que, aunque aparecía como «Órgano de la Asociación de Conductores de Automóviles», dedicaba espacio considerable a trabajos literarios de escritores de Cuba y del resto de la América hispana; Antenas, de corte vanguardista, publicada en Camagüey; Revista de Oriente, de Santiago de Cuba, casi exclusivamente dedicada a la literatura y que, como indicaba ella misma, estaba «Abierta a toda noble manifestación del espíritu»; Archipiélago, también de la capital oriental, que dirigía Max Henríquez Ureña y que era órgano de la Institución Hispano Cubana de Cultura de la provincia. Entre todas las revistas literarias surgidas en la década, la más importante resulta, sin lugar a dudas, la conocida como Revista de Avance, a cuyo alrededor se nuclearon casi todos los escritores cubanos jóvenes de la época, lo que hace que sus páginas aparezcan hoy un tanto desiguales en su contenido ideológico y estético, en su explicación de la problemática cubana. Recoge trabajos literarios de la más alta calidad, tanto de escritores ya consagrados como de algunos que recientemente se iniciaban en las tareas literario-culturales. De contenido político, con una marcada tendencia humorística, fue Crítica, semanario surgido al calor de la lucha contra Machado en 1929, así como La Semana, de Sergio Carbó.

La agudización de la lucha contra la dictadura machadista a comienzos de la década del treinta impone la supremacía de la publicación política, generalmente de corta vida y en mucha ocasiones editada clandestinamente, pues la rígida censura de prensa, unida a la persecución constante y al asesinato, impiden la libre circulación de las publicaciones que se oponen al régimen dictatorial. Son abundantes, además, las revistas obreras y estudiantiles, opuestas al régimen y con un evidente matiz antimperialista. Es de destacar, junto a otras ya mencionado con anterioridad -tales como Alma Mater, Línea, etcétera-, Juventud, de Cienfuegos (Las Villas), que dirigían Carlos Rafael Rodríguez y Jorge A. González. Como órganos literarios continúan publicaciones de gran envergadura, como Social, a la vez que surgen otras de pequeño formato, tímida presentación y efímera existencia, como Aventura en Mal Tiempo, de Santiago de Cuba -cuyo título es en sí ya una denuncia de la situación del país y de lo que significaba su aparición-, y Hélice. Hojas de arte nuevo, ambas iniciadas en 1932.

A raíz de la caída de Machado se inicia una época feliz para las publicaciones literarias y sociales de izquierda, que aumentan considerablemente su número, aunque no alcanzan a estabilizarse por completo, ya por falta de recursos, ya porque en muchas ocasiones las persecuciones y los atropellos a sus editores continuaron, con igual o mayor fuerza que durante el machadato, después de las maniobras contrarrevolucionarias de la reacción, encabezada por Batista en contubernio con los amos imperialistas y la burguesía nacional. Se llegó incluso al encarcelamiento de editores y redactores de algunas publicaciones, entre ellas Masas, que se editaba en 1934 como órgano de la Liga Antimperialista de Cuba. Varios de los responsables de su publicación -Juan Marinello, Regino Pedroso y José Manuel Valdés Rodríguez, entre otros -fueron acusados de hacer «propaganda sediciosa» y condenados a seis meses de prisión. Otras revistas importantes, aparecidas con posterioridad a la caída de Machado en agosto de 1933, fueron Atalaya, que editaban en Remedios (Las Villas) los hermanos Alejandro y Othón García Caturla; Índice, que dirigía Alfredo del Valle y que presentaba colaboración de calidad; Grafos, lujosamente impresa, de carácter gráfico, que se sale de las antes mencionadas, pues estaba dedicada a la alta sociedad habanera, aunque contó con la colaboración de conocidas figuras de las letras nacionales; Polémica, cuyo cuerpo de redacción integraban, entre otros, Raúl Roa y Pablo de la Torriente Brau y que destinaba sus páginas a la literatura y a trabajos que abordaban la problemática universitaria; Claxon, de carácter obrero y literario; Síntesis, editada en Güines (Habana) y con abundante material literario de autores locales; Adelante, divulgadora de las creaciones artísticas y literarias del negro, aunque no limitó a éste su radio de acción; Horizontes, de Sancti Spíritus (Las Villas), dedicada a la literatura, el arte y la historia locales; Proa, de Artemisa (Pinar del Río), órgano del grupo de igual nombre, que dirigía Fernando G. Campoamor; El Porvenir, de índole obrera, pero con bastante espacio consagrado a la literatura; Mediodía, cuyo comité editor integraban, entre otros, Nicolás Guillén, Aurora Villar Buceta, Carlos Rafael Rodríguez, Ángel Augier y José Antonio Portuondo, y que posteriormente salió en forma semanal y cambió su tónica de literaria a política, sin abandonar rasgos de su primeros números; Baraguá, dirigida por José Antonio Portuondo, de contenido político, cultural y literario; Cúspide, de carácter literario, con excelente colaboración y que se editaba en el central Mercedita, de La Habana; Páginas, que en su primera etapa presentaba un consejo de dirección integrado por Ángel Augier, Mirta Aguirre y Julio Le Riverend, y que se dedicaba a los problemas culturales y constituyó después la editorial del mismo nombre; Futuro Social, publicación obrera del sector gastronómico, con trabajos sobre la guerra civil española, a la que también dedicaba el grueso de sus páginas Facetas de Actualidad Española, con nutrida colaboración nacional; El Comunista, dirigida por Blas Roca y órgano del Partido Unión Revolucionaria Comunista, después Partido Socialista Popular, más tarde llamada Fundamentos, título con el que salid hasta 1953, con excelente colaboración de escritores de izquierda y enfoque marxista en el estudio de nuestras realidades. Antes de cerrar esta década hay que referirse a otras publicaciones como Universidad de La Habana, que inició en 1934 su extensa y continuada trayectoria, en la que presentó notables trabajos sobre disciplinas diversas, firmados por autores conocidos, pero que, durante su etapa seudorrepublicana, evidenció una frialdad académica que tendía a alejarla de la realidad nacional; Revista Cubana, que, fundada en 1935 por José María Chacón y Calvo, y editada por la Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación, tuvo larga vida y dedicó sus páginas preferentemente al ensayo y la crítica, para lo cual contó con una nutrida y selecta colaboración nacional y extranjera; Lyceum, cuya primera etapa comienza en 1936 y que se dedicaba a reseñar las actividades de la Sociedad Lyceum y a reproducir conferencias auspiciadas por la misma, pronunciadas por destacadas personalidades de nuestro ámbito cultural, así como por distinguidos intelectuales que visitaban el país: Revista Bibliográfica Cubana, que, dedicada a cuestiones relativas a la disciplina que le daba título, publicó interesantes trabajos de reconocidos especialistas cubanos en la materia; América, publicada por la Asociación de Escritores y Artistas Americanos, con demasiado material reproducido de publicaciones extranjeras y abundante en firmas de menor importancia junto a las de conocidas figuras del campo cultural cubano y latinoamericano. También hay que destacar la aparición en esta década de dos importantes publicaciones anuales: El Periodismo en Cuba. Libro conmemorativo del Día del Periodista, cuyo primer volumen vio la luz en 1935, reapareció en 1938 y salió ininterrumpidamente hasta la década del cincuenta, editada por el Directorio del Retiro Periodista, con trabajos sobre historia de la prensa cubana, sobre el estado de la misma y sobre las actividades del sector y de las organizaciones que agrupaban a sus integrantes, y Anuario Bibliográfico Cubano, redactado, editado y distribuido por su director, Fermín Peraza, en el que se incluía toda la labor editorial del año en Cuba y que después cambió su título por el de Bibliografía Cubana. Por último hay que referirse a una publicación surgida en 1939, con la cual se inicia un nuevo camino dentro de las publicaciones literarias cubanas. Se trata de Espuela de Plata, cuyos directores fueron José Lezama Lima, Guy Pérez de Cisneros y Mariano Rodríguez. Alrededor de esta revista, dedicada especialmente a la poesía, se aglutinó un grupo de escritores con inquietudes literarias afines y que alcanzaría coherencia definitiva en torno a la figura del propio Lezama Lima y su revista Orígenes.

A Espuela de Plata siguieron, ya en la década del cuarenta, publicaciones que continuaron, desarrollándola cada vez más, la tendencia de extrañamiento de la realidad circundante, a la vez que iniciaban la búsqueda, en el pasado, de los orígenes de nuestra problemática, no con el afán de enfrascarse en la solución práctica de la misma, sino con el objetivo de analizarla y asumirla estéticamente. Son muestras de esta línea, revistas como Poeta, dirigida por Virgilio Piñera; Clavileño, cuyos editores eran, entre otros, Cintio Vitier, Eliseo Diego y Fina García Marruz, hoy alejados de aquellas preocupaciones juveniles; Nadie Parecía. Cuaderno de lo bello con Dios, co-dirigida por Ángel Gastelu y Lezama Lima; Fray Junípero. Cuadernos de la vida espiritual, al cuidado de Emilio Ballagas y «más dedicada a la vida contemplativa que a la activa». En todas, la poesía ocupa la mayor atención, debido a que sus editores y colaboradores más asiduos eran fundamentalmente poetas. También es destacable en las mismas la presencia de numerosos artistas plásticos cubanos, cuyos dibujos y viñetas ornan portadas y páginas interiores. Las traducciones y colaboraciones eran, por lo general, inéditas. La calidad de los escritores cubanos que aparecían en sus páginas y la presentación sobria y artística de sus ejemplares -en los que era de notar la ausencia de anuncios comerciales, tan frecuentes en las publicaciones cubanas de toda índole, anteriores y posteriores-, dan a todas estas revistas calidades innegables dentro de nuestras publicaciones literarias. Los tanteos que las revistas anteriores emprenden culminan con Orígenes, cuyos editores iniciales fueron Lezama Lima, Mariano Rodríguez, Alfredo Lozano y José Rodríguez Feo. En sus páginas, que asimilan todos los rasgos positivos de las revistas ya citadas que la precedieron, se dan a conocer en Cuba las últimas corrientes literarias y artísticas europeas. En esta publicación, el grupo de escritores y artistas plásticos que seguían sus lineamientos estéticos, tenían una fuerte y poderosa tribuna desde donde mantener y defender sus posiciones. En un sentido completamente opuesto al seguido por todas estas revistas de comienzos de la década del 40, se manifestaron publicaciones de izquierda como Dialéctica, «Revista continental de teoría y estudios marxistas» que, bajo la dirección de Carlos Rafael Rodríguez, salió desde mediados de 1942 hasta 1945 y que contó con la colaboración de escritores como Juan Marinello, José Antonio Portuondo, Emilio Roig de Leuchsenring, Luis Felipe Rodríguez y Ángel Augier, y Gaceta del Caribe, que inició su salida en 1944 «con el afán de servir a la cultura en esta parte del mapa con un limpio espíritu solidario hacia los pueblos con los que estamos hermanados en el Caribe». Integraban su comité editor figuras destacadas de a intelectualidad cubana de izquierda, como Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo, Ángel Augier, Mirta Aguirre. En su corta trayectoria esta revista publicó importantes trabajos críticos, históricos y literarios de escritores cubanos, en los que éstos ahondaron en la interpretación de nuestras realidades con una certera visión. En el mismo sentido que la Gaceta del Caribe se orientaron publicaciones obreras como Liberación Social. Por la cultura de los trabajadores, que dio atención preferente a los problemas culturales, para lo cual contó con la colaboración de renombrados escritores cubanos, y la revista Cuba y la URSS, órgano del Instituto de Intercambio Cultural Cubano-Soviético, que divulgaba noticias sobre diversos aspectos de la vida en la Unión Soviética, a la vez que constituía un puente solidario entre los trabajadores e intelectuales cubanos y sus iguales soviéticos, empeñados en la reconstrucción del país después de la cruenta y victoriosa guerra contra el fascismo.

Revistas literarias importantes de la década que nos ocupa fueron, entre otras, Archivo José Martí, «consagrada exclusivamente a la divulgación de la vida y de la obra de José Martí», que desde el segundo número fue editada por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y estuvo al cuidado de Félix Lizaso; Libros Cubanos, dedicada a cuestiones de bibliografía cubana, bajo la dirección de Ángel Augier y con colaboración de especialistas en la materia; Archipiélago. Una voz de tierra adentro para el continente, que se editaba en Caibarién (Las Villas) y publicaba fundamentalmente poesía; Cooperación, de orientación izquierdista, que se publicaba en Guanabacoa e incluía trabajos de escritores de la villa, preferentemente; Acento. En la provincia con la cultura, de Bayamo (Oriente), no admitía anuncios comerciales y contaba con una buena colaboración nacional; Germinal, patrocinada por el Círculo de Amigos de la Cultura y luego órgano de la Asociación de Grabadores de Cuba, que se dedicaba a la divulgación de las actividades artísticas, incluidas entre éstas las literarias; Prometeo, de divulgación teatral, con colaboración de primera y que realizaba un concurso teatral anual; Inventario, polémica revista de carácter artístico y literario; Mensuario de arte, literatura, historia y crítica, bajo la dirección de Raúl Roa y auspiciada por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, con renombrados colaboradores nacionales; Lyceum, que reapareció en su segunda época en 1949 y continuó idéntica línea que en la primera etapa, ahora dando mayor importancia a las cuestiones relativas a la mujer y de interés para ellas. También son de destacar en esta década publicaciones de índole cultural como el Boletín de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano -que más tarde tomó el título de Patria, con el que aún continúa editándose-, en la que se publicaban trabajos sobre diversas facetas de la vida y la obra martianos y notas sobre las actividades de la asociación que la publicaba; Premio Varona, publicación anual del Ministerio de Defensa Nacional, que salió durante los años 1945 y 1947, y en la que aparecían los trabajos ganadores del concurso que le daba título; Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, que reseñaba las actividades de la entidad que la editaba a la vez que informaba sobre cuestiones de bibliotecología y literatura; Revista de la Biblioteca Nacional, cuya segunda época se inició en 1949, ahora bajo la dirección de Lilia Castro de Morales.

En la década del cincuenta son destacables publicaciones literarias y culturales como Estudios, dirigida por Marcelo Salinas, en cuyas páginas, de tendencia anarquista, se refleja la confusión ideológica, política y estética de la época; Galería, boletín de la Galería de Artes Plásticas de Santiago de Cuba, que se dedicaba casi exclusivamente a esta manifestación artística, con especial atención a las actividades que, relacionadas con la misma, tenían lugar en la ciudad; Noticias de Arte, que ofrecía una panorámica de las manifestaciones culturales de su momento, tanto nacionales como extranjeras; Atenea, órgano oficial del Ateneo de Cienfuegos; Boletín de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, que intentaba recoger las múltiples actividades en los campos de la ciencia, la educación y la cultura en Cuba; Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, en cuyas páginas se recogían los discursos de las sesiones de la entidad, noticias sobre las actividades de la misma y otros trabajos y notas bibliográficas; Memoria de Alfonso Hernández Catá, dirigida por Antonio Barreras y dedicada exclusivamente a la publicación de trabajos de y sobre Hernández Catá; Cuba Bibliotecológica, órgano oficial de la Asociación Nacional de Profesionales de Biblioteca, con trabajos sobre la especialidad y actividades y problemas del grupo que la editaba; Signo, de Cienfuegos (Las Villas) que dirigían Alcides Iznaga y Aldo Menéndez, con excelentes colaboraciones inéditas de autores nacionales; Noverim, de la Universidad de Villanueva, de carácter variado, con colaboración de profesores de la institución; Ciclón -fundada y dirigida por José Rodríguez Feo a raíz de su rompimiento con Lezama Lima y con la línea esteticista de Orígenes-, de carácter polemizante y crítico, con colaboración de escritores extranjeros y nacionales jóvenes; Presencia de contenido literario-cultural; Islas que comenzó en 1958, publicada por la Universidad Central de Las Villas y bajo la dirección de Samuel Feijóo. También continuaron, durante la década que nos referimos, las publicaciones obreras e intelectuales de izquierda, entre las que cabe mencionar La Última Hora -inició su salida como diario a fines de 1950, se convirtió en «Un semanario cubano independiente» a comienzos de 1952 y pasó a editarse mensualmente a mediados de 1953-, que criticaba en sus páginas al régimen capitalista y reflejaba los más sobresalientes acontecimientos de la lucha del proletariado en la época, a la vez que destacaba fechas y personalidades históricas socialistas -cubanas y extranjeras-, ofrecía una visión de la actualidad cultural cubana y daba a conocer poemas, cuentos y otros artículos sobre literatura y asuntos de interés general, firmados todos estos trabajos por figuras como Juan Marinello, Mirta Aguirre -quien fue su subdirectora y jefe de redacción-, Gaspar Jorge García Galló, Alfredo Guevara, Sergio Aguirre, Félix Pita Rodríguez, Raúl Valdés Vivó, Jacinto y Pelegrín Torras; Orientación Social, de Santiago de Cuba, que divulgaba el pensamiento y la acción de José Martí; Nuestro Tiempo, que comenzó en 1954 como órgano de la sociedad cultural del mismo nombre y a cuyo alrededor se agruparon escritores y artistas revolucionarios, quienes desarrollaron una importante labor en la divulgación de nuestro más genuino patrimonio cultural; Mensajes Marxistas, publicación mimeografiada, «órgano de los intelectuales y artistas que tienen al marxismo como ideología», que trataba sobre temas políticos, artísticos y literarios.

Por último, no puede terminar esta reseña de las publicaciones periódicas en el período seudorrepublicano sin hacer referencia a los numerosos periódicos de sencilla factura que circulaban clandestinamente durante la última etapa de este período, o sea, durante los siete años de la dictadura de Batista. Publicaciones como Son los mismos, El Acusador y El Aldabonazo, fueron antecedentes directos de Revolución, órgano nacional del Movimiento 26 de Julio. Como órgano provincial del mismo aparecía, en cada provincia, Sierra Maestra. También es destacable Vanguardia Obrera, de Oriente, dirigido a los obreros y con un profundo contenido ideológico. Se desarrolló además una nueva etapa de Alma Mater, iniciada a los pocos días del golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Mella, que aparecía desde 1944 como órgano de la Juventud Socialista, fue suspendido en 1953 y desde el año siguiente salió clandestinamente hasta el triunfo de la Revolución. También a raíz de la suspensión de Hoy después de los sucesos del Moncada (1953), reapareció Carta Semanal, órgano informativo de los militantes del Partido Socialista Popular, que ya había visto la luz durante los años 1950-1951, cuando también fue clausurado Hoy. El más importante de estos periódicos fue, sin duda, por su trascendencia histórica, El Cubano Libre, fundado a instancias del Che en la Sierra Maestra como una continuación de los periódicos de igual título fundados por Céspedes y Maceo, respectivamente, durante las dos guerras de liberación nacional del pasado siglo en Cuba. Desde sus páginas se informaba de las victorias del Ejército Rebelde, se desenmascaraba a los asesinos y servidores del tirano y se reproducían discursos y orientaciones de la Comandancia General de la Revolución. El propio Che Guevara firmaba la sección «Sin balas en el directo», con el seudónimo Franco Tirador. Hubo también periódicos de los demás frentes de lucha y organizaciones revolucionarias empeñadas en la batalla común contra la tiranía de Batista.

El triunfo de la Revolución el 1º de enero de 1959, marca la fecha en que se inicia la declinación de la prensa burguesa. Ante los ataques abiertos o solapados de la misma a los planteamientos y orientaciones de los máximos dirigentes revolucionarios, así como ante la desinformación y la tergiversación intencionada de la problemática cubana de la época, en una evidente actitud contrarrevolucionaria, los trabajadores de algunos periódicos responden con la inserción de pequeñas notas -conocidas como coletillas- en las que expresan su desacuerdo con lo que los cables de las agencias noticiosas imperialistas manifiestan -con el fin de desacreditar la obra de la Revolución en el exterior- y los directores de los periódicos permiten publicar. En 1960 desaparece definitivamente el Diario de la Marina. Ya con el fin de la tiranía habían cesado su publicación periódicos como Alerta y Tiempo. En los años siguientes irán desapareciendo otros diarios, como Información, El Crisol y Prensa Libre. A los pocos días del triunfo revolucionario comienza a editarse en La Habana el periódico Revolución, «órgano del Movimiento Revolucionario "26 de julio"», que venía saliendo clandestinamente desde la etapa insurreccional. También en ese año reaparece Hoy, el diario de los comunistas cubanos, cuya salida había sido prohibida a raíz de los Sucesos del Moncada en 1953, ocasión en la que, además, sus talleres fueron asaltados por las fuerzas represivas del régimen dictatorial. El ya veterano periódico El Mundo continuó ininterrumpidamente su publicación hasta que, en 1968, un incendio destruyó sus talleres. Estos tres periódicos, a través de sus suplementos Lunes de Revolución, Hoy Domingo y El Mundo del Domingo, brindarían una importante colaboración en la divulgación de las creaciones literarias y de las actividades culturales, educativas, sociales y de otro tipo en nuestro país. Revolución y Hoy se fundieron en 1965 bajo el título de Granma, a raíz de la Constitución del Primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba y como órgano del mismo. El objetivo era concentrar los recursos humanos y materiales de los dos periódicos de orientación política que se editaban entonces. En este mismo año, apenas tres semanas después de la antes mencionada fusión, se produce la salida de Juventud Rebelde, que aparece por las tardes, orientado por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y dedicado fundamentalmente a la juventud. De carácter nacional, se ha venido publicando Los Trabajadores, órgano oficial de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). En el interior del país fueron desapareciendo también los escasos periódicos que se publicaban. En la actualidad salen diariamente El Guerrillero (Pinar del Río), Girón (Matanzas), Vanguardia (Santa Clara), Adelante (Camagüey), Ahora (Holguín, Oriente) y Sierra Maestra (Santiago de Cuba). Además se editan, por los buroes regionales de prensa, publicaciones que recogen las actividades más destacadas de la región durante un período.

El triunfo de la Revolución no sólo determinó la desaparición paulatina de los órganos de expresión de la burguesía, sino que significó la irrupción de nuevas formas de encarar las tareas periodísticas y, por ende, eliminó de la prensa revolucionaria -expresión de los intereses de la clase proletaria en el poder- los falsos, insidiosos y desinformadores comentarios de las agencias de prensa del mundo capitalista, así como las crónicas rojas y sociales, los artículos y comentarios insulsos, las abundantes páginas destinadas a anuncios clasificados y comerciales, típicos de la sociedad de consumo y, lo que es más importante, el anticomunismo y las falacias de la llamada «libertad de expresión», proclamada como una de las bases de la democracia representativa. A la vez, la Revolución facilitó el surgimiento de una nueva tónica en la información, que ahora se basa en las cuestiones de más interés para nuestro pueblo, en las cuestiones que reflejen los avances y logros en los diversos campos del quehacer revolucionario: la defensa, la producción, la educación, los deportes, la cultura, las artes y todo tipo de nuevas tareas que la construcción del socialismo reclama de las masas trabajadoras. La difusión de la actividades del Partido -como guía del camino a seguir-, de la lucha ideológica, de las ideas marxista-leninistas, así como la contribución al rescate de nuestros valores nacionales en las diversas esferas y la divulgación de los éxitos alcanzados por nuestra Revolución, tanto interna como externamente, han sido también logros fundamentales de la prensa en el período revolucionario.

Las revistas de carácter general están representadas hoy por la ya veterana Bohemia, la publicación de más continuada trayectoria en la prensa cubana en la actualidad. Después que Miguel Ángel Quevedo, su director, abandonó el país a principios de la década del sesenta, Bohemia fue incorporando a sus páginas, paulatinamente, el nuevo estilo periodístico propio de la prensa revolucionaria, y es ahora una revista de información variada que recoge el acontecer nacional en sus diferentes manifestaciones, pero que también profundiza en el conocimiento de las realidades de otros pueblos y regiones del mundo y que presta valiosos servicios en la difusión de materiales docentes. Además, la literatura ha continuado como una constante en sus páginas, unida a las demás artes. Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, aparece también semanalmente desde 1959, editada por la Dirección Política de las FAR. Aunque es una revista dedicada a cuestiones relativas a la vida militar en sus diferentes facetas, ha presentado siempre trabajos de índole literario-cultural, como poesías, cuentos, críticas teatrales, artículos de carácter histórico y literario. Dedicadas a la mujer -con informaciones sobre modas, recetas culinarias, consejos de belleza, etcétera, pero también con cuentos, novelas, poesías, artículos de interés cultural y otros sobre las nuevas tareas que la Revolución ha encomendado a las mujeres para lograr su incorporación masiva al proceso creador que vive hoy nuestro pueblo-, se publican Mujeres, orientada y distribuida por la Federación de Mujeres Cubanas, y Romances, que venía editándose desde 1936 y que, poco a poco, fue cambiando su tónica de revista de frivolidades femeninas. Otras publicaciones que ya alcanzan más de diez años y son editadas por organizaciones políticas, de masas, laborales o culturales, son Con la Guardia en Alto, de les Comités de Defensa de la Revolución; Cuba Internacional, editada por la Agencia Prensa Latina, sucesora de Cuba -que a la vez sustituyó a INRA, que dirigía Antonio Núñez Jiménez y era publicada por el Instituto Nacional de Reforma Agraria-, que bajo sus diferentes títulos ha publicado siempre reportajes de índole variada sobre aspectos diversos de nuestra economía, historia, cultura, etcétera; Cine Cubano, que es publicada por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica y se ha especializado en cuestiones relativas a los diferentes aspectos del quehacer cinematográfico, preferentemente cubano y latinoamericano, aunque también ha dado cabida en sus páginas; a artículos en que escritores cubanos y extranjeros abordan el tema de las relaciones entre el cine, la cultura y la literatura; Boletín informativo de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, que recoge en sus páginas todas las actividades que se realizan en el país relacionadas con los campos que la organización, abarca y cuantos avances se producen en los mismos en Cuba y en el extranjero; Alma Mater, que con diferentes formatos ha continuado publicándose desde su reaparición en 1959, y que recoge las actividades de los estudiantes universitarios.

Aunque ya desaparecidas, pero con importancia literaria o cultural, merecen mencionarse Lunes de Revolución, importante suplemento literario publicado por el periódico Revolución entre 1959 y 1961, en el cual se recogió gran parte de la producción literaria de los primeros momentos de la Revolución y se dieron a conocer numerosos autores noveles; Edita, boletín mensual de la Editorial Nacional de Cuba, que reseñaba las publicaciones nacionales y publicaba fragmentos de obras; Artes Plásticas, publicada por la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación, con artículos críticos e informativos sobre las materias que su título indica, fundamentalmente en Cuba; Actas del Folklore, boletín del Centro de Estudios del Folklore del Teatro Nacional de Cuba, con trabajos relativos a este aspecto de nuestra cultura; Cuba en la UNESCO, que publicaba textos de carácter literario e histórico y dedicó números especiales a figuras intelectuales sobresalientes del país; Cuba Socialista, importante revista teórica, que, aunque destinada a difundir las experiencias de la Revolución Cubana entre cuadros y militantes revolucionarios, también dio cabida en sus páginas a trabajos de interpretación marxista de nuestra historia, discursos, comentarios y reseñas de libros y publicaciones, y tuvo como miembros integrantes de su consejo de dirección a nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, y al Presidente de la República, Dr. Osvaldo Dorticós; Nueva Revista Cubana, editada por la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación, con trabajos de carácter científico, cultural, económico, político, social, educativo, creaciones literarias y reseñas de libros, todos ellos firmados por conocidos escritores cubanos y algunos extranjeros; Pueblo y Cultura, publicada por el Consejo Nacional de Cultura y dedicada a cuestiones artísticas y literarias y a la divulgación de las actividades desarrolladas por el organismo que la editaba; Mensajes, boletín mimeografiado de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que divulgaba en su primera etapa textos marxistas sobre estética y en la segunda publicaba trabajos literarios y sobre otras manifestaciones artísticas y notas acerca del movimiento cultural nacional e internacional; Cultura '64, publicada por la delegación provincial de Oriente del Consejo Nacional de Cultura y con información sobre el quehacer cultural, presente y pasado, de Santiago de Cuba, y con colaboración abundante de escritores de la provincia; Vida Universitaria, revista editada por la Comisión de Extensión Universitaria de la Universidad de La Habana, que ya venía publicándose desde 1950 y que recoge en sus páginas las diversas labores de la Universidad, cuestiones políticas nacionales y numerosos trabajos literarios de profesores y alumnos del alto centro docente; Pensamiento Crítico, que, según expresión propia, respondía «a la necesidad de información que sobre el desarrollo del pensamiento político y social del tiempo presente tiene hoy la Cuba revolucionaria», y que dedicó sus páginas a la publicación de artículos y ensayos de contenido polémico, muchos de ellos reproducidos de publicaciones extranjeras, así como discursos, fragmentos de obras y reseñas de libros de contenido político o histórico.

Desde hace años vienen apareciendo, con regularidad y calidad notables, publicaciones como El Caimán Barbudo -que inició su salida en 1966 como suplemento cultural del Periódico Juventud Rebelde y que después ha quedado como publicación independiente-, con formato de tabloide y contenido variado, pero preferentemente literario, orientado en especial hacia la juventud, tanto por las materias de que trata como por el peso fundamental que a las colaboraciones de escritores jóvenes se da en sus páginas; Casa de las Américas -que aparece bimestralmente bajo la dirección de Roberto Fernández Retamar y editada por la institución cultural del mismo nombre-, dedicada a la publicación de ensayos de interpretación histórica y literaria de la problemática latinoamericana, a dar a conocer poemas, cuentos, fragmentos de novelas, críticas literarias y otros trabajos de interés literario y cultural de escritores cubanos, latinoamericanos y europeos, y a la función de estrechar las relaciones culturales entre Cuba y los demás países de América Latina; La Gaceta de Cuba, que, con formato de tabloide y publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba desde 1962 -editada ahora mensualmente bajo la dirección de Nicolás Guillén-, ha presentado durante su trayectoria, al igual que la anteriormente mencionadas, varios consejos de reacción y comités de colaboración integrados por destacados escritores cubanos y ha publicado todo tipo de información cultural y abundante material de índole literaria y sobre las actividades de la Unión de Escritores; Islas, que hasta mediados de1968 tuvo como responsable de edición a Samuel Feijóo, publicada por la Universidad Central de Las Villas desde 1958 y que ha dedicado sus páginas a la divulgación del folklore de la provincia y a la publicación de tesis de grado, trabajos de investigación de profesores y alumnos de la Universidad y obras de la literatura cubana poco conocidas o inéditas; Revista de la Biblioteca Nacional «José Martí», desde 1959 en su tercera época, una de las revistas cubanas con más años de fundada en la actualidad (se inició en 1909) -aunque su publicación estuvo suspendida entre 1912 y 1949-, que publica trabajos de interés literario, histórico, artístico y bibliográfico -preferentemente sobre temas cubanos-, a la vez que da a conocer las actividades de la Biblioteca; Unión, revista de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, bajo la dirección de Otto Fernández, que da cabida en sus páginas a trabajos literarios de autores nacionales, aunque también publica numerosos textos de escritores extranjeros, fundamentalmente de países socialistas; Universidad de La Habana, que ha continuado su salida y, con varios cambios de formato en el período, se ha dedicado a la publicación de trabajos de diverso carácter, preferentemente relacionados con las disciplinas humanísticas, a la vez que se ha vinculado de manera estrecha a la problemática nacional de la época.

De aparición más reciente que todas las anteriores y también de importancia, son Anuario Martiano, publicado por la Sala Martí de la Biblioteca Nacional «José Martí», en cuyas páginas se han incluido importantes colaboraciones que aclaran facetas de la vida y la obra de nuestro Apóstol, y se han publicado trabajos inéditos suyos y una bibliografía de todo lo que de él o sobre él se publica en el año, tanto en Cuba como en el extranjero; Catálogo, boletín mimeografiado de la Biblioteca «Elvira Cape», de Santiago de Cuba, que trata sobre aspectos de la historia, la literatura y las artes, fundamentalmente de la propia ciudad, y que incluye además secciones de bibliografía técnica y científica; Conjunto, publicada por la Casa de las Américas y dedicada al teatro latinoamericano, que incluye en sus páginas obras inéditas de autores dramáticos del continente y ofrece además panoramas informativos sobre el desarrollo de la actividades teatrales en América Latina; Revolución y Cultura, que en su segundo etapa, como órgano del Consejo Nacional de Cultura -en la primera (1967-1970) intentaba ser vehículo de las tendencias actuales del arte y la literatura dentro y fuera de Cuba, así como analizar el papel del intelectual en la sociedad del presente-, recoge trabajos de creación literaria y otros dedicados a la divulgación de las diversas actividades de nuestro mundo cultural; Santiago, editada por la Universidad de Oriente, que incluye en sus páginas ensayos, poemas, cuentos, entrevistas y otros trabajos de interés literario, histórico y artístico; Signos, que aunque impresa en La Habana, es órgano del Departamento de Investigaciones de la Expresión de los Pueblos, radicado en la provincia de Las Villas, en cuyas páginas se publican trabajos sobre las manifestaciones del folklore cubano y extranjero; Taller -antes Taller Literario-, publicado por los estudiantes de la Escuela de Letras de la Universidad de Oriente, que ha tenido una periodicidad irregular y ha presentado en sus páginas, por lo general, creaciones y otros trabajos literarios de alumnos de la propia escuela, así como notas sobre la vida cultural de la Universidad. A todas estas publicaciones habría que añadir la innumerable cantidad de boletines, generalmente de modesto formato y en muchos casos mimeografiados, que recogen las actividades de los Talleres Literarios de las distintas regiones del país, así como las creaciones de diverso tipo de los escritores agrupados en los mismos.

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Periodismo en Cuba, El. Libro conmemorativo del Día del Periodista (La Habana, 1935;1938-[1957?]). Publicación anual editada por el Retiro de Periodistas. El primer número correspondió al año 1935. Después de este número no se publicó más hasta el de 1938, año en que comenzó a salir con regularidad. La finalidad de este anuario era sintetizar la vida del periodismo cubano durante el año precedente, pero además dio a conocer trabajos relacionados con los orígenes y desarrollo de la prensa cubana, publicó biografías, reseñas, anécdotas, trabajos históricos y literarios y algunos cuentos y poemas. Colaboraron en sus páginas Emilio Roig de Leuchsenring, Joaquín Llaverías, Nicolás Guillén, Gustavo Robreño, Andrés Núñez Olano, E. González Manet, Arturo Alfonso Roselló, Enrique Serpa, Armando Leyva, Rafael García Bárcena, Arturo R. de Carricarte, César Rodríguez Expósito, Antonio Penichet, Joaquín Navarro Riera (Ducazcal), Julio Le Riverend, Rafael Esténger, Emeterio S. Santovenia, José María Chacón y Calvo, Enrique Gay Calbó, Gonzalo de Quesada y Miranda, Antonio Iraizoz, Fernando Llés, José Conangla Fontanills, Jorge Mañach y Rafael Suárez Solís. En el volumen correspondiente al año 1952, entre la páginas 101 y 122, apareció un trabajo firmado por Enrique H. Moreno titulado «Nuestro índice», que recoge «el índice alfabético de los ciento cincuenta autores que han colaborado, con la cronología de su labor de cada uno». El último volumen encontrado corresponde al año 1957.

Recurso: Diccionario de la Literatura Cubana on Buho.Guru

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  1. periodismo — s m Conjunto de actividades profesionales relacionadas con el tratamiento y la publicación de noticias por medio de los medios de comunicación, especialmente de los periódicos: periodismo radiofónico, periodismo deportivo, periodismo internacional, la carrera de periodismo. Diccionario del español usual en México
  2. periodismo — 1. m. Actividad que consiste en la recogida, clasificación y elaboración de la información, especialmente la que refiere a las noticias de actualidad, para difundirla en los diferentes medios de comunicación, prensa, radio y televisión principalmente... Diccionario de la lengua española
  3. periodismo — Sinónimos: ■ prensa, información, comunicación Diccionario de sinónimos y antónimos