ñ
Esta letra, que tantos quebraderos causa a los fabricantes de ordenadores, corresponde a un fonema palatal nasal que no existía en latín culto, sí en latín vulgar, y que se representaba con la grafía -gn-: agnus 'cordero', magnus 'grande', lignum, 'leño'... En su evolución, las lenguas romances optaron por diferentes soluciones gráficas para representar tal sonido, y así el italiano y el francés mantuvieron la solución latina (Spagna y Espagne, respectivamente), el gallego, el portugués y el provenzal optaron por -nh- (Espanha) y el catalán por -ny- (Espanya).
En español medieval alternaron numerosas grafías, más propiamente dígrafos ('dos letras'), para representar el sonido: in, yn, ni, nj, ny, gn..., pero fue la solución de la doble n (nn) la que se impuso, y así se escribía panno o duenno y se pronunciaba paño o dueño. Para abreviar la grafía, siempre con la idea última de ahorrar el pergamino, la vitela o el papel sobre los que se escribía, se adoptaron abreviaturas (>> Paco y Pepe): una n pequeña sobre una más grande o una pequeña raya o tilde (~) encima de la n. Había nacido nuestra letra más representativa, que ya Nebrija reconocía a finales del siglo XV como «independiente y propia».
Hay que decir que no sólo el español usa esta letra. Lo hacen también el gallego, el vasco, el tagalo de Filipinas, el chamorro de las Islas Marianas y las lenguas americanas precolombinas que han subsistido.
Diccionario del origen de las palabras