gubernamental
He oído decir muchas veces que el mal del neologismo consiste, no tanto en las voces sueltas cuanto en los giros, locuciones y modos de decir que desfiguran y vician radicalmente la lengua en que se admiten. Yo digo y juro que el mal está en todo cuando el neologismo carece de los requisitos que deben abonarle, y sin los cuales es puro desatino. Y no quiero más prueba de mi dicho que el vocablo que sirve como de rúbrica a este artículo: vocablo terrible por lo largo; bárbaro por lo disforme; atroz, inculto, indómito bravío, que ninguna garganta delicada puede pronunciar, a que ningún órgano vocal medianamente constituido puede acostumbrarse, y que ningún oído castellano, por embotado que esté, puede escuchar sin estremecimiento y horror.
Empléese en su lugar nuestro vocablo gubernativo; si este no tiene acepción apropiada para todos los casos que ocurran, désele: si no bastase, invéntese una voz cualquiera; y si no se pudiese inventar, échese mano a cuantos circunloquios fuere menester. Todo se intente, todo se haga: menos escribir semejante vocablo, menos pronunciarle, menos incluirle en el Diccionario de la ACADEMIA. Antes perezca este, y perezca la lengua, y perezcamos todos.
Diccionario de galicismos