¡viva Cartagena

Se usaba esta exclamación como extrañeza ante el éxito alcanzado por alguien considerado como mediocre; actualmente se emplea más para destacar irónicamente el comportamiento descuidado, extraño o desahogado de alguien. A ti te da igual cómo combine la ropa. Te pones unos pantalones azules, una camisa naranja y una corbata negra y, hala, ¡viva Cartagena! A principios de siglo, durante una representación de la zarzuela Marina en Cartagena, un tenor mediocre dejó escapar un horrísono gallo. Sin dar tiempo a que el público le pitase, se adelantó hacia el proscenio, carraspeó y soltó un agudo «¡Viva Cartagena!», lo que le valió el gran y unánime aplauso del público. La anécdota se hizo tan famosa que se afincó en la lengua popular.

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