Cantar mal y porfiar no es de aprobar.

Por eso no lo fue, bien al contrario, aquel romo estudiante que enumerando, a petición del catedrático, las propiedades características del sulfhídrico, al buen tuntún vino a decir que era «un ácido de olor agradable», y como el profesor, asombrado, le pasase una muestra del producto por delante de la nariz, exclamó el bolonio con teatral delectación: «¡Y a mí que me gusta...!».

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