No es por el huevo, sino por el fuero.

Antaño, en Toledo era preceptivo pagar como diezmo a la Iglesia un huevo de gallina, pero sucedió que cierta anciana, invocando un fuero que decía poseer, se negó a satisfacer aquel tributo. Pasó a litigio la cuestión, y como quiera que alguien arguyese que, después de todo, un huevo era poca cosa, la vieja replicó, inflexible, de esta manera. Y así vino la frase a quedar en refrán sustentador del derecho sobre toda otra razón.

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