No llora el ahorcado y llora el teatino.

Dícese en chanza cuando las muestras de aflicción por lo que fuere son más visibles en el ajeno que en el interesado. Como aquel veterinario que lloraba a lágrima viva junto a la vaca muerta del aldeano mientras éste, fumando su pipa, le consolaba así: «Calle, por Dios, hombre, que más se perdió en Cuba.».

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