Quien al sentarse dice «¡ay!», y al levantarse «¡upa!», ése es el yerno que a mí no me gusta.

Se pone en boca del suegro potencial a la vista de las maneras indolentes y holgazanas del pretendiente de su hija. En general, alude a los ociosos que ante la faena más liviana dan muestras de cansancio.

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