Quien se ha de matar, en el corazón se ha de dar.

Así en El Comendador, para expresar que el acto de autoaniquilación debe ser radical y terminante. Como el de Arria, la famosa matrona romana que, después de asestarse en el pecho mortal puñalada, alarga, moribunda, el acero al esposo con aquellas palabras: «Toma, Peto. No duele.».

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