chándal

Pocas prendas de vestir han experimentado un cambio tan brusco e inesperado como el popular chándal, auténtico uniforme de las generaciones presentes y venideras, que equipara e iguala (precios, diseños y marcas aparte) al deportista con el dominguero y al jubilado con el ejecutivo. Porque esta ropa que nos llegó como algo exclusivo de deportistas de elite, traía, en los inicios de su popularización, el germen de una transformación inesperada. Debemos al francés (casi no haría falta decirlo) el nombre de esta palabra que toma su origen, por extraño que parezca, de la palabra chandail, abreviatura popular de dos palabras unidas: [mar]chand y d'ail, o lo que es lo mismo, 'vendedor de ajo[s]', y, genéricamente, 'verdulero, frutero', en alusión a su atuendo. Así pues, puede ser curioso recordar el origen humilde de la prenda, especialmente ante algunos modelos muy alejados de esta procedencia.