estraperlo

Muy adecuada a una época de España que ya pasó a la Historia, la palabra estraperlo alcanzó una vigencia extraordinaria allá por 1935, para designar una 'práctica fraudulenta o ilegal', o un 'comercio ilegal', si bien fue poco a poco desbancada, aunque sólo para algunos contextos, por la voz contrabando («ha conseguido una pluma americana de estraperlo/de contrabando»), y quizá ahora por de extranjis («se ha traído un vídeo de extranjis»).

Por lo que hace al origen de la palabra, parece que no hay ninguna duda en afirmar que se encuentra en la unión de los apellidos de dos personas con mucha vista que, no siendo españoles, quisieron hacerse ricos en España. Ambos personajes -siempre caracterizados peyorativamente como judíos-, un tal David Strauss, empresario de juegos de azar en el Sur de Francia, y un tal Perlo (o Perle, según se le suponga italiano o centroeuropeo, respectivamente), inventaron una ruleta eléctrica de extraordinaria precisión que tenía la enorme ventaja de poder trucarse con facilidad, lo cual aseguraba las ganancias. El nombre del nuevo y fraudulento invento era el de Straussperle o Straperle.

Pero ocurría que en la España de la II República, los juegos de azar necesitaban permisos del Gobierno, y el de la ruleta Straperle no llegaba nunca. Como pasaba el tiempo, Strauss, que había sido expulsado ya de Holanda por haber intentado su timo gubernamental con el mismo truco, comenzó a ganarse la amistad de políticos y otras personas influyentes, entre los que destacó Aurelio Lerroux, nada menos que sobrino e hijo adoptivo del hombre fuerte del Gobierno, don Alejandro Lerroux, aunque el Presidente del Consejo fuera Chapaprieta.

En su ansia por empezar sus trapicheos, se sabe que Strauss llegó a instalar sin permiso su Straperle en la localidad gerundense de Sitges, y lo mismo hizo en el casino de San Sebastián, aunque esta vez con el visto bueno del subsecretario de Gobernación, y del gobernador de la ciudad, pero de poco le sirvió: a las tres horas de haber empezado el juego, la policía lo prohibió, como tuvo que hacer en el casino de Formentor, en Mallorca, donde también había comenzado su estafa el ilegal invento.

Inasequible al desaliento, Strauss tuvo la osadía de llegar a protestar ante el Presidente de la República, Alcalá Zamora, por estas acciones policiales y para reclamar dinero por daños y perjuicios. La participación en el asunto del sobrino de Lerroux y la transformación de un mero hecho civil en un caso político en manos de la oposición de izquierdas hicieron tanta mella en el partido radical que Lerroux, don Alejandro, aunque considerado inocente, tuvo que abandonar la jefatura de su partido y el Gobierno.