TERTULIAS LITERARIAS

No fue hasta el primer tercio del siglo XIX que dieron inicio en Cuba las tertulias literarias. La primera, de verdadero rango y fama, fue la de Domingo del Monte, constituida en la ciudad de Matanzas en el año 1834 y trasladada a La Habana en 1836 al venir a residir su animador a la capital. Así, los que lucharon por la creación de la Academia Cubana de literatura (véase), encontraron en esas veladas culturales una excelente sustituta. Estas reuniones constituyeron uno de los más importantes centros de actividad intelectual que hubo en Cuba durante el siglo pasado. Al influjo de Del Monte se desarrollaron personalidades literarias como José Jacinto Milanés, Ramón de Palma y José Antonio Echeverría. En la tertulia era constante el intercambio de ideas sobre el movimiento cultural de Europa y América y se daban a conocer y eran objeto de discusión y crítica las composiciones en prosa o en verso, escritas por los asistentes. Del Monte entablaba provechosas discusiones, leía fragmentos de nuevos libros que recibía o hablaba sobre los vicios de la educación y sobre reformas en favor de los esclavos, pues la idea abolicionista primaba entre los contertulios. En aquellas reuniones se estudiaron las obras de Platón, Goethe, Lamartine. Asistieron a ellas, entre otros, Cirilo Villaverde, Aselmo Suárez y Romero, José María de Cárdenas, José Victoriano Betancourt, Felipe Poey, el conde de Pozos Dulces, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y el negro esclavo Juan Francisco Manzano, cuya libertad se obtuvo mediante suscripción llevada a cabo entre los concurrentes a la tertulia. En 1843 Del Monte se vio obligado a abandonar el país por supuestas complicaciones en la preparación de planes revolucionarios. Las reuniones literarias por él presididas y orientadas desaparecieron. En 1965 Nicolás Azcárate, quien no reconoció el carácter de tertulias a las celebradas por Domingo del Monte, por considerarlas irregulares e improvisadas, reunió en su Casa de Guanabacoa a los talentos que se distinguían, y los animó a leer sus producciones en sus veladas artístico-literarias de los jueves, llamadas «Noches Literarias», y a las que asistían poetas, literatos, músicos y hombres de ciencia. Allí se recitaban versos o se leían composiciones en prosa, y se representaban comedias, compuestas y actuadas a veces por los asistentes. Las discusiones de temas filosóficos y literarios eran utilizadas por los asistentes para atacar de manera indirecta al gobierno colonial español. Con el título de Noches literarias en casa de don Nicolás Azcárate, éste publicó en 1866 una edición en dos tomos con selecciones de las mejores Producciones leídas y comentadas en su tertulia. Asistieron a estas reuniones, entre otros, Luisa Pérez de Zambrana, Joaquín Lorenzo Luaces, Julia Pérez Montes de Oca, Enrique Piñeyro, Rafael María Mendive, Antonio y Francisco Sellén, Ramón Zambrana y Juan Clemente Zenea. El propio Azcárate leía sus trabajos y los músicos amenizaban las veladas. En 1867 se suspendieron esas reuniones por la partida de Azcárate hacia Europa. A su regreso en 1879 se reanudaron las veladas en su casa de La Habana. En un principio sólo fueron encuentros esporádicos y con el único objeto de dar a conocer en Cuba la producción de los escritores de México, uno de los países en que había residido Azcárate durante su ausencia. Después esas reuniones fueron haciéndose periódicas y tomaron el nombre de Conversaciones Literarias. A ellas acudieron Manuel Sanguily, Diego Vicente Tejera, José Fornaris, Saturnino Martínez, Eliseo Giberga. En 1882 Azcárate dio por terminadas sus Conversaciones para dedicarse a otras actividades literarias. En la casa de Luis Alejandro Baralt, en 1880, se efectuaron también tertulias, que se caracterizaron por darle participación en ello a la mujer. Al resultar pequeña la casa de Baralt para esas reuniones, las mismas pasaron, a efectuarse en el teatro «Jané». De ahí surgió, la idea de formar una sociedad consagrada a propiciar la cultura de la mujer, y, que fue el Nuevo Liceo de La Habana (véase), al cual Nicolás Azcárate dedicó todo su empeño. Entre el ya mencionado año de 1880 y 1881 aparecieron en La Habana otras tertulias literarias, muchas de las cuales funcionaban en las sociedades de recreo e instrucción, como la del Unión Club, o en la redacción de algunos periódicos, como El Fígaro y La Habana Elegante. En 1891 un pequeño salón del Teatro Alhambra reunió una tertulia que fue muy conocida dentro y fuera de Cuba y que, gracias a que permaneció en activo hasta 1935, fue visitada por Vicente Blasco Ibáñez, Ramón del Valle Inclán, Federico García Lorca y Jacinto Benavente, entre otros destacados intelectuales extranjeros. Se charlaba de arte, literatura, teatro, política. Alrededor de 1900 el café-restaurante «El Casino» y el Parque Central, ambos en la calle Prado, fueron sitios escogidos, principalmente por los más jóvenes,. para sus reuniones. Allí se encontraban casi a diario Néstor y José Manuel Carbonell, Arturo R. Carricarte, Max Henríquez Ureña. y Jesús Castellanos. La casa de Juana y Dulce María Borrero en Puentes Grandes, Marianao (La Habana), llamada «la casa de los poetas» abrió sus puertas en los primeros años de la república a lo más destacado de las letras cubanas de entonces. Con Esteban Borrero y sus hijos se reunían Enrique José Varona, Juan Miguel Dihigo, Federico Uhrbach, Manuel Sanguily, Carlos de la Torre y Juan Gualberto Gómez. En 1910 Jesús Castellanos y Max Henríquez Ureña animaron veladas íntimas que se efectuaban en diversas casas de La Habana. Asistían a ellas José Antonio Ramos y Conrado Massaguer, y eran amenizadas musicalmente por los maestros Gustavo Sánchez de Fuentes y Joaquín Rodríguez Lanza De esa tertulia surgió la Sociedad de Conferencias (véase). El Areópago Bohemio de Matanzas, fue una tertulia que entre 1910 y 1915 agrupó a hombres de letras, poetas y ensayistas como Bonifacio Byrne, Agustín Acosta, Fernando Lles y Medardo Vitier. Llegó a constituir una verdadera institución pública no oficial. Entre1911 y 1913, en una casa de la calle del Calvario, en Santiago de Cuba, donde vivió el escritor dominicano Sócrates Nolasco, y que fue bautizado con el nombre de El Palo Hueco se reunió una tertulia -conocida precisamente como cenáculo de Palo Hueco- integrada por José Manuel Poveda, su figura principal, Ángel Alberto Giraudy, Fernando Torralva, Juan Jerez Villarreal, Enrique Gay Calbó, Recaredo Répide, Rafael. G. Argilagos, Héctor Poveda y otros. Afirma Max Henríquez Ureña en la página 303 del tomo 2 de su Panorama histórico de la literatura cubana (La Habana, Edición Revolucionaria, 1967) que, «En esas reuniones se leía y comentaba a Jean Lorrain o a Augusto de Armas, o a Verlaine o a Henri de Régnier, a Lugones o a Herrera y Reissig». La tertulia del Teatro Martí reunió durante los años de 1920 a 1921 a toda una generación caracterizada por una brillante trayectoria creadora y política. Rubén Martínez Villena, que fue su figura central, la calificó como«Peña heterogéneo y rebelde». Coincidían allí dos grupos: el de los rebeldes líricos y el de los líricos románticos. Al primero, capitaneado por Villena, se unían Enrique Serpa, Andrés Núñez Olano, José Zacarías Tallet, Rafael Esténger; al segundo pertenecieron Gustavo Sánchez Galarraga y varios más. Posteriormente, el grupo de Villeno se trasladó al comedor del Hotel Lafayette, donde se reunían los sábados. De toda esta actividad literaria, a la que se unía también el acontecer político del momento, surgió el Grupo Minorista (véase), cuya participación en los acontecimientos ocurridos en Cuba entre 1923 y 1928 fue muy importante. En Manzanillo, Oriente, un núcleo de intelectuales formó, alrededor de la revista Orto, en 1921, el Grupo Literario de Manzanillo (véase), de cierta trascendencia en el desarrollo de las letras cubanas Esta tertulia, de fuerte cohesión intelectual, constituyó uno de los principales medios de difusión cultural en el interior del país. En 1931 se constituyó la que puede considerarse la última gran peña literaria de La Habana, la del hotel Ambos Mundos, presidida por Fernando Ortiz, y que se mantuvo hasta finales de 1935. Se reunían en ella Emilio Roig de Leuchsenring, José Antonio Ramos, José Antonio Fernández de Castro, y con menor frecuencia Carlos Rafael Rodríguez y Ángel Augier. Nacieron de estas reuniones la decisión de celebrar los Congresos Nacionales de Historia y la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales (véase).

BIBLIOGRAFÍA Azcárate Rosell, Rafael. «Las noches literarias» y «Las conversaciones literarias», en su Nicolás Azcárate, el reformista. La Habana, Editorial Trópico, 1939, P. 27-64 y 203-214, resp. || Blanchet, Emilio. «La tertulia literaria de Delmonte», en Revista de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de la Habana. La Habana, 14 (1) 49-56, ene., 1912. || Horta, Eulogio. «Las tardes de El Fígaro», en El Fígaro. La Habana, 24 (30) 394, jul. 26 1908. || Pascual, José Antonio. Peñas y tertulias. Enfoque panorámico y micro-enfoque sicológico. T.1. La Habana, Editorial Ágora, 1964. || Suárez y Romero, Francisco. «Prólogo», en Obras de D. Ramón de Palma. La Habana, Imp. del Tiempo, 1861, p.III-XXV. || Un escritor novel, seud. de?.«Costumbres. La reunión literaria» en Diario de la Habana. La Habana, (240): 2-3, ago. 28, 1838.

Recurso: Diccionario de la Literatura Cubana on Buho.Guru