A buen capellán, mejor sacristán.

Se usa para tachar en alguien la falta de cumplimiento en su oficio. Es coletilla de un famoso cuento de Timoneda, en el que el chusco arbitraje de un sacristán, llamado a mediar en la disputa planteada entre dos comensales -un clérigo y un seglar-, hace exclamar así al posadero.

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