A buen entendedor, pocas palabras.

Advierte, como lo hace Cervantes en el Quijote, o Fernando de Rojas en la Celestina, que la persona inteligente comprende en seguida lo que se le quiere decir. En general, pues, alaba el laconismo a la hora de hablar, al igual que, gráficamente, lo hace este otro: Quien quiera ser rico, ahorre del pico.

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