guillotina

El símbolo más popular de la Revolución Francesa de 1789 es, quizá, el de la imagen de ese mueble urbano provisto de una enorme cuchilla que caía una y mil veces para cortar con el pasado y poder iniciar una nueva época. Parece claro que esa máquina, la guillotina, debe su nombre, por extraño que resulte, a un ilustrado médico francés, el doctor Josep Ignace Guillotin (1738-1814), ex jesuita y natural de Saintes que, más que inventarla, simplemente se limitó en 1789 a recomendar a la Asamblea francesa el uso de una máquina conocida desde tiempo inmemorial y con la cual se proponía evitar a los reos condenados a muerte largos padecimientos. Parece que la sugerencia fue aceptada, lo cual puede llegar a ser incluso peor que inventarla, a tenor de lo extendido de la aceptación que hicieron de su sugerencia, y dado que el decreto por el cual se suprimieron en Francia los demás suplicios de muerte y se adoptó el de la decapitación «por medio de una máquina sencilla» fue inmediato, con fecha de 21 de enero de 1790.

En contra de lo que generalmente se cree, el doctor Guillotin no murió guillotinado, sino que falleció de enfermedad natural en París, el 26 de mayo de 1814, a los setenta y seis años de edad.

Como curiosidad etimológica, digamos que, el apellido Guillotin era, algunos años atrás, un nombre propio de varón, diminutivo, a su vez, de Guillot, una forma de Guillaume, del alto alemán antiguo Willahem, que es el español Guillermo.