hablista

No se trata aquí de ningún galicismo sino de una voz nuevamente formada, y ya de uso general en el habla moderna castellana.

Censuraba mucho don BARTOLMÉ GALLARDO la incuria y precipitación con que procedió MAYANS en la publicación que hizo del Diálogo de las Lenguas de VALDÉS; y más todavía las irrespetuosas enmiendas que se atrevió a hacer en el original cuando acaso no lo entendía.

Dice VALDÉS, V. gr.: que "MOSÉN DIEGO DE VALERA, el que escribió la Valeriana, es gran hablistán."

Y aquí GALLARDO:

"¿Hablistán dijiste? (diría MAYANS) ¡qué disparate! Yo que he leído cuanto hay que leer en castellano, nunca tal he leído. ¡Hablistán!-

Figurándose, pues, que el manuscrito decía un disparate, le cometió él garrafalísimo corrigiendo hablista. Y como un loco hace ciento, al eco de MAYANS los buenos abates LISTA y REINOSO tomaron después ese término por su cuenta, y haciéndole significar ad placitum todo lo contrario que la palabra mal leída por MAYANS, le han hecho moda entre sus discípulos; entre quienes anda de boca en boca el hablista acá, hablista acullá, buen hablista, gran hablista; siendo todos los que así hablan unos verdaderos hablistanes: esto es, hablantines, parlanchines, palabreros.

"Este es el verdadero sentido de esa voz: voz y sentido que yo tengo comprobado con la autoridad, entre otros, de un ilustre escritor talaverano que alcanzó los tiempos del insigne JUAN DE VALDÉS. El doctor FRÍAS DE ALBORNOZ, autor de Arte de Contratos, en carta al docto portugués ANDRÉS DE RESENDA sobre la antigua Elbora, hoy Talavera, escribe: "Dice usted que en Coimbra predicó un castellano llamado Valenzuela, hombre lenguaraz, hombre hablistán, y por esta vía de mayor crédito en el vulgo que entre la gente de entendimiento etc."

Hasta aquí GALLARDO.

Y es lo cierto que HABLISTA, en el sentido que le han dado MAYANS, LISTA y REINOSO, tiene contra sí dos graves inconvenientes: uno, confundirse con hablistán, hablantín y hablante (también se ha dicho hablatista) porque realmente son todas una misma palabra; otro, estar formada con una terminación que comunica con bastante frecuencia a los nombres la idea de abuso reprensible de lo que significa el nombre radical. Cierto, también les comunica, entre otras,

• La idea de oficio: oculista, organista, retratista;

• De ejercicio: corista, oficinista, archivista, camarista;

• De afición: etimologista, fisonomista;

• De profesión: jurista, alcoranista, canonista;

• De creencia: deista, panteista, alcista, nominalista, realista;

• De secta: calvinista, anabaplista;

• De partido: papista, realista, galenista;

• De habilidad, inteligencia, instrucción en ciertas materias: escuadronista, humanista, cronologista, publicista;

• De pericia en una lengua: helenista.

Pero hay que observar que de nombres de esta última categoría sólo existe helenista, y que en él concurren las circunstancias de francés y de moderno: los hombres de la penúltima son pocos, y de algunos de ellos puede decirse lo mismo, v. gr.: de escuadronista, de cronologista (nuestros padres decían cronólogo), de publicista que siempre se ha dicho en castellano político. Y dichos nombres son los que más analogía guardan con HABLISTA.

Si bien se mira, la idea fundamental y propia de la terminación isla es la de abuso reprensible de lo significado por el nombre radical que sirve de base a sus composiciones; y así parece que lo prueba la abundancia de vocablos de esta clase (mayor que la que se nota en las demás), y el significado que instintivamente atribuye el vulgo a todos los formados de esta suerte.

Así tenemos: bromista, proyectista, tracista, purista (el que afecta mucho la pureza del lenguaje), pleitista, camorrista, conceptista, copista (muy diverso de copiante), coplista (sinónimo de coplero), versista (con dos significados: uno de ellos el que tiene flujo, manía o comezón de hacer versos; muy distinto de versificador), prosista (con dos significados: uno de ellos el que habla mucho inútilmente), cuentista, discursista (muy distinto de discursante), palabrista (sinónimo de palabrero), cultiparlista, sofista, farraguista; y otros muchos entre los cuales se halla mayor número de voces del lenguaje vulgar y familiar que entre los pertenecientes a otras clases.

Alégase en favor de HABLISTA que ninguna voz castellana expresa lo que ella, esto es, el que habla o escribe correctamente el idioma patrio; pero es de notar que no se dice hablista en absoluto, sino generalmente buen hablista, mal hablista; lo cual es tan largo, o tan corto, como buen escritor, mal escritor; escritor correcto, esmerado limado, culto, etc. Por donde se ve que nada ganamos en concisión; y cuando algo ganásemos en otro cualquier concepto, hay que averiguar si la ganancia es tal que por ella debamos autorizar un vocablo impropio, prescindiendo de las buenas reglas de analogía, y del inconveniente de confusión con otras voces, ya notado por GALLARDO.

Fuera de que las lenguas no tienen nombres para todo ¿no hay en ellas voces que faltan, y aunque hagan falta no se adoptan?, ¿dicen por ventura los franceses escarmentar y escarment, aunque les vendría muy bien decirlo para declarar sin perífrasis el poderoso e intraducible sentido de escarmentar y escarmiento? Esta observación de ALCALÁ GALIANO es exacta; y a ella debe añadirse que ni el latín, ni las lenguas que de él han salido, ni otros idiomas cultos de diverso origen, tienen un vocablo destinado a expresar por sí, y solo, el concepto que ahora se quiere dar a la palabra cuyo examen es objeto del presente artículo.

Por lo demás, fuerza es confesar que le usan personas muy doctas. Si a estos se siguen con el tiempo los menos doctos, y al fin se vulgarizan el para mí (con paz sea dicho) feo y repugnante vocablillo, no habrá más que adoptarle, y úsele el que quiera.

Recurso: Diccionario de galicismos on Buho.Guru